En la boca del Dragón

Texto: Raquel Bonilla
Corregido por: Elsa Martínez
Ilustradores: Rafa Mir y Ana García Suárez
Dirigido : Lectores mayores de 18 años.
Género: Relato

Era muy tarde, la madrugada se nos había echado encima y aquel taxista no encontraba solución a aquella avería. Todo empezó como un viaje de negocios a España. Salí del taxi me encendí un pitillo y me apoye junto a un escaparate de la calle de esa ciudad mientras el taxista, un hombre regordete de unos 50 años, juraba a la vez que intentaba descargar su agonía pateando las ruedas de aquel coche, que era tan viejo que no sé como aun podía funcionar. En la empresa me dijeron que no me preocupase por el viaje, que todo estaba bajo control. Pero allí me encontraba, a las dos de la madrugada en una ciudad desconocida, aun a 80 kilómetros de mi destino y con la única compañía de un pitillo y un hombre gruñón. Pasaron dos horas y la situación seguía igual. En mi desesperación decidí dejar allí a aquel hombre peleándose con el tubo de escape y dar un pequeño paseo para despejar la mente y estirar las piernas. Tuve suerte porque la temperatura me acompañó, era otoño pero la noche estaba despejada y mi abrigo era suficiente para no tener frío. No lo recuerdo bien pero al cabo de andar unas tres calles me detuve ante la inmensa puerta de un hotel. La puerta era de rejas. Me acerque a los barrotes, introduje la cabeza como pude y mi boca se abrió completamente, allí estaban los jardines más bonitos que jamás he vuelto a ver en mi vida. Árboles enormes y cuidadísimos acompañados de bellas flores rodeaban un patio que olía tan bien que daban ganas de tirarse en ese césped y quedarse toda la eternidad. Al fondo una gran escalinata con un enorme dragón, con penetrantes ojos rojos, dibujado en la pared, presidia la entrada principal. Mi cabeza empezó a imaginar la cantidad de gente adinerada que habría allí dentro.


Ilustración: Rafa Mir

Comencé a imaginar a las mujeres con largos trajes de gala y joyas que relucirían de lado a lado del salón. No sé el rato que estuve allí , pero cuando una mano se posó en mi hombro debían de ser prácticamente las seis de la mañana, porque el sol ya comenzaba a asomarse. Me lleve tal susto que del sobresalto me di un golpe en la cabeza con uno de esos barrotes . Debí de perder el conocimiento, no sé cuanto tiempo y creo que nunca lo sabré. Cuando abrí el ojo lo primero que note fue un fuerte dolor en la cabeza y una desorientación que casi me lleva a la locura por uno momento. Casi no podía abrir los ojos , me dolían cuando miraba la luz, alguien se debió percatar de ello, porque en unos instantes quedo todo a oscuras, tan solo con la tenue luz de unas velas. Intente levantarme sobresaltada pero una mano me lo impidió y una voz tranquilizadora me calmó. Cuando ya aclare mi vista lo primero que vislumbré en el techo fue una impresionante lámpara del estilo rococó y unos cuadros preciosos decorando las paredes de lo que parecía una habitación. A los pies de mi cama un hombre joven que no tendría más de mi edad y al otro lado una mujer muy tiesa. Al fondo de la habitación había una joven que me miraba tímidamente sin parpadear, me chocó aquella joven porque iba vestida de uniforme, como el de las sirvientas de las películas de hace muchos años. No entendía absolutamente nada. Empecé a hacer preguntas sobre donde estaba y que me había ocurrido. Aquella gente con mucha paciencia empezó a explicarme la situación.

En seguida comprendí que tras mi golpe en la cabeza, aquel hombre que me asustó me introdujo en una de las habitaciones del hotel porque era el dueño. Al principio no podía creerlo, hacia tan solo un momento había fantaseado y ahora estaba dentro de la boca de aquel enorme dragón que tanto me había impresionado. Estaba desorientada y apenas tenía fuerzas para levantarme. Me invitaron a que descansara y no me preocupara de nada. Supuse que enseguida llamarían al médico del pueblo.

Les intenté explicar mi situación, empecé a alterarme ,porque sabía que tenía que hacer algo importante ese día pero no lo conseguía recordar; por unos momentos creí volverme loca, quería levantarme e irme corriendo pero por otro lado no sabía a dónde huir, no recordaba que hacia allí, era una situación tan absurda que me daba pánico.

Mi jefe se estaría preocupando por mí y mi familia estaría alertada y yo ni siquiera me acordaba de ellos. Tan solo sabía que estaba desubicada. No sé exactamente cuántos días estuve en cama; pero por el estado de mi larga melena enredada debieron de ser unos tres días. Al despertar seguía sin recordar nada pero me sentía más relajada, los días siguientes fueron sencillamente especiales, fueron días de ensueño y por un tiempo no tuve preocupaciones porque apenas sabía quién era; estaba viviendo una vida de regalo, unos días de paréntesis en una vida de ajetreo y estrés.

Lucia, la mujer que al principio me pareció estirada, era el ama de llaves de aquel hotel, se encargaba de todo y era una mujer impresionantemente eficaz. Julieta, la chica del uniforme era la hija de Lucia, era una jovencita divertida aunque algo tímida, no se separó de mi ni un segundo preocupándose de que todo me pareciera perfecto, llegamos a ser buenas amigas, tanto que acabe siendo su confidente y hasta llegue a ser celestina ya que estaba coladita por Alex un chico que trabajaba en el hotel de conductor. Julieta se moría de vergüenza cada vez que se cruzaba con Alex y no era capaz de articular ni una sola palabra. Solo necesitaban una situación que les hiciera coincidir y eso es lo que yo hice, no tuvieron más remedio que empezar a hablar, y desde ese momento pocos son los momentos en los que se les ve separados.

Os preguntareis quien era aquel hombre que tras darme un susto de muerte me introdujo en la boca del dragón.
Era David, el hombre más apuesto que os podáis imaginar, tenía unas facciones marcadas y una mirada tan profunda que parecía que pudiese leerte el alma, era fuerte y deportista y no pasaba de los 30 años. Era el dueño del hotel, gracias a la gran herencia de su padre, al que no conoció. Su padre lo abandonó de niño por razones que aun hoy David no conoce, pero unos 5 años antes, cuando finalizó su carrera de empresariales recibió la notificación del fallecimiento de su padre; al principio dudó mucho en aceptarla porque odiaba a su padre por haber estado ausente durante tantos años, David siempre echó en falta en su vida la figura paterna y nunca entendió aquel abandono, por lo que el muchacho estaba lleno de odio y rencor. Pero aconsejado por su familia, se acercó hasta allí para ver lo que su padre le había dejado en herencia, cuando entró, aquel hotel le cautivó. Al ver aquel enorme dragón que presidía la puerta principal, visualizó el brazo de su padre. Aquel dragón siempre estuvo en su hombro izquierdo.

Cuando conoció a Lucia y Julieta ya nunca pudo salir de allí. Seguía odiando a su padre y nunca dejo de hacerlo pero su vida dio un giro y en pocos días se vió dirigiendo uno de los hoteles más prestigiosos de España.

No tarde en enamorarme de aquel hombre que me halagaba constantemente y me hacia regalos tan caros que no podía aceptar. Fue un amor puro, sincero, tierno; algo con lo que las mujeres solemos soñar. Aquel hotel era el embrujo de cualquier persona, una mazmorra para un dragón solitario. Todo estaba iluminado, decorado con una exquisitez irresistible, la comida era típica de reyes, los trajes que David me regalaban eran los vestidos más elegantes del mundo. Cada noche había una cena especial, conocí a celebridades, literatos, cantantes, actores… en esos momentos pensaba que vivía un sueño del que jamás querría despertar. Era la cenicienta de mi propio cuento.

Mi sueño acabó una mañana, una de esas magnificas mañana en las que Julieta me despertaba con su dulce voz y David traía el desayuno a mi cama para desayunar juntos, mirando por la ventana a los jardines que me conquistaron el primer día.

Esa mañana algo cambió, David no aparecía en la habitación y oía alboroto en la planta de abajo. Decidí salir para averiguar qué ocurría. Cuando asome mi cabeza al rellano David estaba rodeado de gente, había policías y una mujer lloraba y lloraba sin cesar, de repente aquella mujer me miro, me llamo hija y se desmayó. No entendía que sucedía, no recordaba quien era aquella señora que lloraba por mí, aunque al verla algo se removió en mis entrañas. Tampoco reconocí al joven que gesticulaba y le pedía explicaciones a David.

Ese chico se acerco a mí me cogió la mano. Con lágrimas resbalando su mejilla, me dio un abrazo, cuando me soltó me dijo: – cariño no te preocupes, te he encontrado volvemos a casa, nuestra hija te está esperando.

Creí que la cabeza me iba a estallar, sentí el dolor más fuerte que jamás he sentido, el corazón creo que explotó. Tenía marido y una linda hija y ni siquiera la había echado de menos porque no me acordaba de su existencia.

En un momento toda mi vida giró, sentía marearme. Salí de golpe de un sueño que era irreal. Al que confundí con el soñado príncipe azul de toda mujer, solo era un hombre solitario y egoísta que quiso tener una mujer por la fuerza, nunca llamo a un médico, nunca intentó ayudarme ni buscar a mi familia…

Estuve varios meses en una clínica pero ahora estoy totalmente recuperada, estoy junto a mi hija y junto al hombre que realmente es mi príncipe azul. A aquel hotel jamás volví y ni siquiera he querido saber nunca su ubicación, para mí fue vivir un sueño dentro de una pesadilla.

Para mí los dragones, no son animales míticos de los cuentos; son animales dulces que cuentan historias irreales. Son como una manzana bella por fuera y podrida por dentro.

Ana García Suárez
Ilustración: Ana García Suárez

El fuego de aquel dragón quemó el alma de un joven que vendió su corazón al diablo aceptando una herencia que nunca debió aceptar.

Autor: Raquel Bonilla Santander

3 comentarios en “En la boca del Dragón

    • Que lujo de ilustraciones, estoy recibiendo comentarios de la gente a la que le ha enganchado la historia y me dicen que los dibujos captan totalmente el espiritu del texto. gracias a los dos por ello.
      Besos y espero que volvamos a coincidir.

Replica a Raquel Bonilla Cancelar la respuesta