Autor@: Jesús Cernuda
Ilustrador@: Paloma Muñoz
Corrector@: Elsa Martínez
Género: Humor
Rating: Todos los públicos
Este relato es propiedad de Jesús Cernuda. La ilustración es propiedad de Paloma Muñoz. Quedan reservados todos los derechos de autor.
Achaques.
26 DE JUNIO DE 2027
Para Bruce aquel no era un día normal, era esa fecha que nunca se había podido quitar de la cabeza, la misma en la que, muchos años atrás, sus padres fueron asesinados a manos de Joe Chill. Hasta entonces nunca había faltado a su cita en el cementerio, donde seguía rezando por sus progenitores que tanto le habían dado.
Sin embargo aquella mañana…
Algo hizo que se despertara sobresaltado. La luz del sol entraba por la ventana, situación extraña ya que su despertador siempre sonaba antes del amanecer. Durante cinco minutos se quedó mirando al techo absorto en sus pensamientos, e intentó recordar lo que había hecho el día anterior, pero no había manera.
Poco a poco, se incorporó y fue posando los pies en el suelo, intentó calzarse esas zapatillas de cuadros sin apenas ya forro por el paso del tiempo, estaba seguro de que su abuelo ya había tenido el placer de llevar esas zapatillas. Un pinchazo en la espalda le hizo lanzar un grito digno de la peor de las películas de terror.
«¡Por los clavos de Cristo! este reuma está acabando conmigo»
Cuando por fin lo consiguió, se puso su batín, a juego con las zapatillas, las gafas que tenía para andar por casa y se acercó a la ventana para contemplar el nuevo día.
Alguien picó a la puerta de forma tímida y sin esperar respuesta se adentró en la habitación.
—Señor Wayne, le traigo el desayuno.
Albert, su nuevo mayordomo, traía una enorme bandeja de plata. Sobre ella lo que parecía un café con dos bollos de pan y un vaso de agua con una pastillita que poco a poco se iba consumiendo dejando unas burbujas de color rosáceo.
—Creo que mis instrucciones fueron claras, ¿por qué has tardado tanto en venir a despertarme? Está claro que el dichoso reloj no ha sonado. — le dijo intentando aparentar enfado, aunque el dolor de las lumbares apenas le dejaba hablar.
—Lo siento señor, no creí conveniente despertarlo después del mal día que tuvo usted ayer.
—Bueno, eso ahora da igual— contestó mirándole por encima de las gafas.
« ¿Qué carajo habrá pasado ayer?», pensó.
Albert ya se había dado la vuelta para irse cuando Bruce se dio cuenta de otra de esas cosas que creía haber dejado claras.
—Espera, el periódico, ¿dónde está?
—Verás…yo…
—Ni yo, ni yu, ¿no pensarás que así vas a estar mucho tiempo conmigo? Deberías darme las gracias por haberte dado el trabajo sólo porque te recomendara Bob—. Bob Kane era un buen amigo de Bruce desde la infancia y era quien le había dicho que aquel chico sería el ideal para el puesto.
—Tiene razón, pero no creí conveniente que hoy lo leyera. Por cierto, no olvide tomar el vaso con su medicación para el corazón ni las pastillas para el reuma— dicho esto se fue dando un pequeño portazo.
«Quién se habrá creído que es… esta misma tarde llamo a Bob»
Después de tomarse el café, medio bollo y la galería de pastillas de todos los días, Bruce se sentó en su viejo sillón a leer el periódico. Sentía curiosidad por saber qué era lo que Albert creyó conveniente que no leyera. Aunque llevaba poco tiempo con él, sabía perfectamente quien era, si había ocurrido algo malo debería habérselo dicho.
No le hizo falta ni abrirlo, en la primera página una foto le mostró la fatídica noticia. Ahí estaba él, con su traje negro impoluto arrodillado en el suelo con la mano sobre la espalda mientras dos encapuchados parecían robarle el coche y, con letras bien grandes por si todavía alguien no lo leía bien:
Batman vuelve a hacer el ridículo y deja que dos ladrones se lleven el botín en su propio coche
Las gafas se le cayeron de golpe al suelo, por desgracia eso era lo que su mente no recordaba del día anterior, o quizá no quería recordar. Pero lo peor de todo era el cartelito que habían puesto como pie de foto: risasenGotham.com. No lo podía creer. Siempre lo había dicho él: estas puñeteras redes sociales acabaran con todo
Se vistió todo lo rápido que pudo para dirigirse a la batcueva, tenía que conectarse a internet para ver de qué trataba en realidad el supuesto video que le habían hecho.
No era la primera vez que ocurría algo así, en los últimos meses ya le habían cazado con las cámaras en más de una situación un tanto ridícula. Todo el mundo en Gotham empezaba a reírse de él, incluso John Gordom, el hijo del que siempre había sido su gran apoyo en la ciudad, había retirado el famoso foco con el que lo avisaba siempre que su presencia era necesaria. Se sentó delante del ordenador con la inevitable idea que hacía ya tiempo le rondaba la cabeza, «me estoy haciendo viejo para esto».
Con algo de esfuerzo, al haberse dejado las gafas en el suelo de la habitación y no llevar puestas las lentillas, aporreó el teclado:
http://www.risasenGotham.com, la página de moda por aquel entonces, donde la gente se dedicaba a colgar chorradas estúpidas que grababan por las calles de la ciudad. Y ahí estaba, como la entrada más vista del día en tan sólo nueve horas: Batman se autolesiona con su boomerang.
No sabía si reír o llorar, quince segundos fueron suficientes. Los necesarios para ver como intentaba detener a unos ladrones lanzando su boomerang justo en el momento que uno de los ya habituales pinchazos le hacían doblar la rodilla, lo que permitió que a su regreso, su hasta entonces infalible arma, le golpeara en la cabeza. No quiso ver más, echó un vistazo al fondo de la cueva y comprendió lo siguiente que se vería en el video al darse cuenta que era verdad que su batmovil no estaba.
Se recostó en su silla pensando que podría hacer, justo cuando uno de los interfonos que usaba para comunicarse con la casa empezó a sonar.
—Señor Wayne, acaban de llamar de comisaría, era John, quiere que sepa que ya no es necesario que denuncie el «robo» del batmovil— Un pequeño pero incomodo silencio era síntoma de que Albert estaba riéndose— Han atrapado a los ladrones y lo han recuperado.
Ni siquiera contestó, imaginar el momento en el que Batman tendría que presentarse en comisaría para reclamar su propio coche…
«Tengo que hacer algo enseguida, tiene que haber una solución. O eso o llegará la hora de dejar que sea otro quien luche contra el crimen».
Se acercó a un viejo mueble donde guardaba archivos de todos los maleantes que había atrapado y aquellos casos en los que participó. Los ojeaba con cierta nostalgia dándose cuenta de lo que había sido y que no sabía si podría volver a ser. Ya tenía una edad y por mucho que intentara cuidarse, su cuerpo ya no era el mismo.
Entre todos aquellos papeles encontró el día en que se había enfrentado a Drácula y los medios daban la noticia como uno de sus grandes éxitos al deshacerse de alguien tan temido. Al pie de la noticia, una nota escrita de su puño y letra:
«Después de tener al Conde empalado durante dos días, me he dado cuenta que tal vez no pueda acabar con él»
Recordó entonces como, sin que nadie se hubiera enterado, lo había soltado llegando a un acuerdo, nunca jamás se pasaría por Gotham. Drácula había aceptado temiendo tener que estar encerrado de por vida y eso, para un vampiro, es demasiado.
Bruce se recostó de nuevo en su asiento, una idea algo estúpida rondaba su cabeza. Estaba claro que el «no muerto», como lo llamaban algunos, le debía un favor. Quien sabe, tal vez…puede que fuese una locura, pero en ese momento no veía otra solución mejor.
Agarró su teléfono, buscó en esa agenda a la que sólo él tenía acceso y se dispuso a hacer una llamada.
—¿Sí? —
Una voz ronca se escuchó desde el otro lado. Se podría decir que desde su incidente, ambos eran buenos amigos, hablaban muy a menudo, pero en esta ocasión se dio cuenta que algo no iba bien, aquella voz, no era la de ultratumba que siempre ponía Drácula para intimidar a los demás.
—¿Qué pasa compadre? ¿te encuentras bien?
—Hombre, mi querido primo lejano— le gustaba decir aquello, ya que como él decía: «los dos somos un par de murciélagos algo grandes»— ¿A qué se debe esta llamada?
—Luego te cuento, pero antes dime qué te pasa, nos conocemos y te noto algo raro en la voz.
—Nada que no se pase con un poco de descanso.
—Pero bueno, ¿desde cuándo el gran Conde Drácula necesita descansar?— le dije medio sorprendido y medio riéndome de él.
—Ya ves. Digamos que me hago mayor. Desde hace varios años me he dado cuenta de que la calidad de la sangre ya no es lo que era, el que no se droga, bebe y el que no bebe fuma. Macho, van a acabar conmigo. Y encima ya no asusto ni al tato. Sin ir más lejos, el otro día tuve la suerte de encontrarme con una adolescente sola por la calle. Puedes imaginártelo, fue verla y se me pusieron los dientes largos. Me acerqué en plan seductor enseñando los colmillos…y ¡la muy capulla empezó a descojonarse de mí!— hizo una pausa, se notaba que aquel recuerdo le daba cierto reparo— Por primera vez en siglos me dejó paralizado y encima va y me dice: «tú eres de los que brilla con el sol, ¿verdad?».
—Pero bueno, y ¿qué hiciste?
—Qué querías que hiciera, me fui corriendo. Oye, espero que no le cuentes esto a nadie, si llega a oídos de otros vampiros seré el hazmerreír.
—No te preocupes, sabes que sé guardar un secreto, además qué te voy a contar yo…
Estuvimos hablando durante un buen rato y le conté lo que me pasaba.
—A ver si lo he entendido bien, ¿me estás diciendo que quieres que te transforme en un «no muerto» para tener más fuerza? A mí me da igual, pero espero que entiendas lo que eso supone. Además hace mucho tiempo que no convierto a nadie, no sé muy bien como resultará.
—Si lo dices por que tengas miedo a pasarte de la raya y llegar a matarme, yo confío en ti— Si algo sabía es que la palabra de un Conde iba a misa y puesto que me debía un favor, estaba seguro que no intentaría acabar conmigo.
He de reconocer que me daba cierta preocupación, antes de colgar me dijo que de lo que no estaba seguro era de si me daría más fuerza o por el contrario, me trasladaría todos sus problemas, al parecer, desde que no encontraba víctimas de calidad, se había ido debilitando. Ya no salía todas las noches por culpa del lumbago y encima uno de sus colmillos empezaba a moverse. No quiero imaginarme lo que sería Drácula sin uno de sus dientes.
30 DE JUNIO DE 2027
Ayer fue el gran día. Mi buen amigo me hizo la visita que esperaba para pasarme al lado de los «no muertos». No fue necesario decirle que si algún día necesita algo me tiene a su total disposición.
Reconozco que no le he visto buena cara, creo que sus tiempos de ser el gran Conde Drácula, ese al que incluso los de su misma especie temían, han acabado. Incluso me ha dicho que ha notado la presencia de uno de los suyos rondándole y que tenía cierto miedo a que pudiera encontrarlo e intentara acabar con él sólo por la reputación de haber sido quien dio fin al padre de todos los vampiros. Le he dicho que no se preocupe, que usaré todo lo que esté en mis manos para encontrar al «rondador» y darle caza.
Hoy me he despertado antes de que sonara la alarma y he de decir que he dormido del tirón toda la noche. Me he levantado despacio, quizás por miedo a los malditos dolores que me acompañaban todas las mañanas, sin embargo…de un salto he rodeado la cama para coger las gafas, hasta que me he dado cuenta de que no las necesito. Me he acercado a la ventana, la he abierto de par en par y no he podido evitarlo, como un niño pequeño he roto a llorar de forma desconsolada. No solo parezco el mismo de antes, si no que me encuentro cincuenta veces mejor.
He tenido que bajar de golpe las persianas al empezar a salir el sol, no os podéis imaginar lo que escuece. Me doy cuenta que esto no lo había pensado, a partir de ahora tendré que cambiar todos mis hábitos. Tengo que pensar algo para que nadie sospeche por qué Bruce Wayne no sale por el día.
Son las ocho de la tarde, he tenido que cancelar todas mis citas con la excusa de estar enfermo y he dedicado las horas a diseñar otra máscara con la que protegerme de la luz del día, al menos Batman podrá seguir saliendo en cualquier momento.
Se acerca la noche, me dispongo a ir a la cama, pero es inútil, no tengo sueño y sin embargo estoy algo cansado. Me recuerda a todas esos viajes que hago y me dejan para el arrastre por culpa de jet lag. Supongo que necesitaré de varios días para acostumbrarme.
A las cinco de la mañana he tenido que salir por un aviso de robo. Ha sido pan comido, es una pena que las cámaras no estuvieran grabando en esta ocasión. Creo que he vuelto y espero que sea para quedarme.
Ilustración de Paloma Muñoz
4 DE JULIO DE 2027
Llevo varios días sin apenas dormir. De noche parece que el cuerpo me pide marcha y por el día, que es cuando debería descansar, no hay manera. Y para colmo, llevo el mismo tiempo sin pegar bocado, mira que lo he intentado, pero todo lo que entra, sale sin previo aviso. Le he pedido a Albert que se ponga en contacto con bancos de sangre, que no se diga que no hay dinero para traer la mejor del mercado, y de verdad que lo ha hecho, por lo que cuesta mejor me alimentaba a base de Château Petrus, por lo menos el vino podría tomarlo, porque lo que es la sangre… es acercarla a la boca y se me revuelve hasta el apellido.
Por el bien de todos espero acostumbrarme pronto, sobre todo por Albert, que el pobre ya ha tenido que irse corriendo un par de veces al verme ir hacia él, con medio traje puesto y con los colmillos a punto. Esto va a resultar más complicado de lo que esperaba. Lo positivo es que sigo pareciendo un chaval de veinte años.
Hoy he recibido una llamada de John, según parece en los dos últimos días han aparecido varios cadáveres, todos sin apenas sangre en el cuerpo. Me temo que no me va a hacer falta buscar al «rondador», él solito ha venido a mí. Llega el momento de demostrarle a todo el mundo que Batman ha vuelto.
No me ha resultado difícil seguirle la pista, cualquiera diría que su intención era que nos encontráramos. No llevaba ni una hora vigilando desde el edificio más alto de la ciudad, cuando pude verlo. Esos andares y el leve olor que desprendía eran inconfundibles. Iba detrás de una chica que acababa de salir de un restaurante dispuesto a atacar en cualquier momento.
Antes de que lo hiciera me interpuse entre ellos dos y de un empujón lo aparte de su futura víctima. Al darse cuenta ella se volvió hacia mí.
— ¿Batman…?
—No tengas miedo, yo me encargo— le espeté con esa voz de superhéroe, que más bien sonó a gigoló de piscina.
Por algún motivo la muchacha se asustó al verme y sin pensarlo dos veces me dio un golpe con el bolso, sacando después un spray de pimienta con el que roció toda mi cara.
Durante unos segundos no pude ver nada, menuda gracia me hizo el spray de las narices. Por suerte él parecía más interesado en mí que en la muchacha, que pudo salir corriendo.
—Un momento— me dijo mientras se aceraba flotando en el aire— tu olor… he seguido tu rastro hasta aquí, pero era con Drácula con quien esperaba encontrarme.
—Siento mucho haberte decepcionado.
Empezó a reírse al fijarse bien en mi cara.
—Creo que ya lo entiendo, he escuchado hablar de ti muchas veces. Veo que te has pasado a nuestro bando y que tendré que acabar antes contigo. Supongo que el viejo Drácula podrá esperar.
Desde aquella vez en la que me había enfrentado al que ahora me había convertido, nunca había tenido un duelo como aquel. Por suerte, creo que se trataba de un vampiro sin mucha experiencia al igual que yo, pero con mis recientes dotes adquiridas y mis armas de siempre conseguí ponerlo a raya.
No quería que me pasara como la otra vez. Cuando por fin lo tuve bien sujeto, le pegué un mordisco en la yugular, con tanta fuerza que conseguí arrancarle la cabeza, para después quemar las dos partes de su cuerpo, tenía que estar seguro de que no volvería a revivir.
Al llegar a casa lo primero que hice fue llamar a Drácula y contarle lo sucedido. De momento podía estar tranquilo.
Me sentía eufórico, creo que empezaba a gustarme todo aquello. Incluso apreciaba ya esas copitas de «tinto» con las que me mantenía y evitaba así tener que matar a nadie para alimentarme.
Fue la primera vez que conseguí pegar ojo de día, incluso a pesar de un dolor en la pierna derecha, que supuse sería consecuencia de mi enfrentamiento con el «rondador».
5 DE JULIO DE 2027
Empiezo a acostumbrarme a mis nuevos hábitos. Hoy he despertado justo al ponerse el sol. Sobre la mesita, el periódico que seguro que Albert había dejado aquella mañana. Qué ganas tenía de abrirlo y de ver como de nuevo la gente clamaba por el regreso de su hombre murciélago particular.
Para mi asombro, no hablaban de mí en la primera página, lo cual me indignó un poco, o al menos no de Batman. Por el contrario, el titular destacado era para mi verdadera personalidad:
Aparecen los restos de Bruce Wayne
No podía creer lo que estaba leyendo, «¿cómo podían decir eso?» Busqué rápido la página donde daban la noticia y mi sorpresa fue aún mayor al ver la foto. Estaba hecha justo en el momento en el que mordía y arrancaba la cabeza del «rondador», ahora entendía aquel destello que me había parecido sentir, pero que, dada la euforia, no di importancia.
Según decían, entre las cenizas habían encontrado dos tipos de sangre, una sin identificar y la mía. Para un mísero corte que me había hecho…
Dejé de leer pensando que tal vez fuera mejor así, eso me permitía no tener que seguir dando explicaciones de por qué no aparecía en ninguno de los actos a los que se me invitaba, decir que estaba enfermo ya empezaba a sonar raro. Sin embargo, lo que no había visto era el titular de la página siguiente:
Batman se cambia de bando
Basándose en la fotografía, dejaban bien claro que ahora ya no sería el aliado que había sido hasta entonces, por el contrario, toda la policía estaba en alerta para poder darme caza. Me había convertido en el asesino del más ilustre habitante de Gotham.
Se rumoreaba con la posibilidad de que hubiera chantajeado Al señor Wayne y que este, que todos sabían que era una persona de bien, no había accedido a ello.
El mundo se me echó encima, había acabado de un golpe con Bruce Wayne y con Batman. ¿Qué sería de mí ahora que no podía dejarme ver de ningún modo?
Pasé el resto de la noche en casa, intentando localizar a Drácula para saber si se podía cambiar otra vez, pero no dio señales de vida. Y encima, no había manera de que el dolor de la pierna desapareciera, había llegado hasta la zona de la pantorrilla y empezaba a ser insoportable, no había postura en la que pudiera estar quieto más de cinco minutos.
7 DE JULIO DE 2027
Sigo sin tener noticias de Drácula y llevo dos días sin poder levantarme de la cama. Albert ha llamado a un amigo suyo que dice que es de confianza. No es más que un prepotente estudiante de medicina, pero algo es algo.
El diagnóstico ha sido claro. El reuma ha vuelto, no veo tres en un burro y la ciática conseguirá mantener inmóvil al mismísimo Batman durante un tiempo. Y encima el relajante muscular que me ha recomendado no parece hacer buenas migas con la sangre, como resultado, una «pequeña» úlcera que parece querer matarme desde dentro. Empiezo a echar de menos lo que ahora me doy cuenta de que eran leves dolores de reuma, maldito el día en que pensé que jubilarme no era la mejor opción.
10 DE JULIO DE 2027
Por fin he hablado con Drácula. Como ya me imaginaba, no hay modo de volver a la vida de antes, lo único que puedo hacer es resignarme a vivir eternamente como un «no muerto». Al menos me ha dicho que él ha encontrado un modo de hacerlo «dignamente», ha recalcado mucho la última palabra, lo que me hace pensar que tal vez no sea tan bonito como ha querido mostrármelo. He quedado con él esta noche, justo al lado de una residencia que hay a las afueras de la ciudad.
Después de media hora y con la ayuda de Albert, he conseguido ponerme el traje. Mi buen mayordomo me ha llevado a un edificio viejo al lado de la residencia, no me veía con ganas ni con fuerzas de conducir.
Drácula me esperaba en una vieja habitación, yo diría que casi tanto como él, sentado en un antiguo sillón.
—Perdona que no me levante.
—No hace falta que te disculpes— Algo me decía que sabía muy bien por lo que estaba pasando— Sigo sin entender porqué hemos quedado en este lugar.
—Verás, hace un mes que vivo aquí y cuando me contaste lo que te pasaba pensé que si querías, podías trasladarte tú también. No estaría de más un poco de compañía con quien poder conversar.
Era la primera vez que veía al Conde así, se le notaba triste, apagado. Me preguntaba donde habrían quedado aquellos días en los que solo escuchar hablar de él ya daba pánico.
Me fijé en la pequeña mesa que tenía a su lado y en un vaso que contenía…
—No lo mires tanto, sí, son mis dientes.
Me contó que una noche había visto a una joven sentada en un parque a la luz de una farola escribiendo en un cuaderno negro. Se acercó por la espalda dispuesto a atacar, pero sin saber muy bien cómo, empezaron a hablar. Por extraño que parezca, le había contado todos sus problemas, ella era dentista y se había ofrecido a ayudarle.
—Periodontitis, así lo llamó. Vaya, lo que todos conocemos por piorrea. Al menos, de momento, sólo he perdido uno de los colmillos.
¡No lo podía creer, había pedido ayuda a una humana!
—¿Estás seguro de lo que estás haciendo?
—Tranquilo, ya la conocerás, Carlota es muy buena chica.
En un principio sentí lástima por su nueva «vida». Me dijo lo mal que se encontraba y que salir de caza ya era imposible. Lo único que podía hacer era esperar en aquel lugar a que alguno de los viejecitos de la residencia pasara a mejor vida y poder alimentarse con su sangre. Sin embargo, pensándolo fríamente, tal vez era mejor eso que quedarme sólo en la casa.
No me hizo falta pensarlo mucho. Salí para decirle a Albert que se fuera, que a partir de entonces me quedaría a vivir allí. Le pedí que se encargara él de la casa y que de vez en cuando me trajera las cosas relacionadas con mis negocios, mientras pudiera, seguiría encargándome de todo. Que la gente pensara que Bruce Wayne estaba muerto no quería decir que sus empresas no pudieran seguir funcionando.
30 DE JULIO DE 2027
Al contrario de lo que había pensado, estos veinte días no han estado tan mal. Las conversaciones con el Conde son de lo más amenas. Sé que no es el final que hubiera querido, pero es lo que hay.
Sin embargo ha ocurrido algo que no hubiera imaginado. He decidido ir por casa después de leer en un periódico que Batman ha vuelto como el gran superhéroe que fue. No es que me importe si Albert tiene algo que ver, ya que al menos la leyenda del hombre murciélago seguirá viva, pero tengo cierta curiosidad.
Por lo que he visto al llegar, la decoración de la casa ha cambiado por completo, cualquiera diría que estamos en el desfile del orgullo gay.
Escucho ruido en la parte de arriba, supongo que Albert está en la habitación. No me molesto en picar a la puerta, sigue siendo mi casa, pero…
Al entrar veo a Albert, con el traje puesto a excepción del pantalón. La imagen de Batman con aquel tanga de leopardo, es algo que traumatizaría a cualquiera. Y sobre la cama un chico más joven que él con la misma ropa que llevaba al nacer…¡¡en pelotas!!
—Pero… ¡por Dios!… ¿qué es esto?
—Yo… ¿qué hace aquí, Bruce?
— ¡Encima, cómo si esta no fuera mi casa!
La úlcera puede más que el enfado del momento, tengo que sentarme o no sé si saldré de aquí por mi propio pie.
Recapacito un poco. Siempre me he considerado una persona moderna y, si bien es cierto que lo que ocurra de puertas para dentro no debería importarle a nadie. Si algo ponía la noticia que había leído es que de nuevo Batman volvía a ser el mismo y supongo que eso es lo importante. Decido que tal vez lo mejor sea pasar del tema.
—Espero que al menos no dejes que nadie te vea de esta guisa— le digo bajando un poco la voz.
—Tranquilo, nadie sabrá jamás que yo soy Batman.
¡¡JA!!, como si fuera eso lo que me preocupa, mientras no le diera por cambiar la indumentaria. No quisiera ver en el futuro a un Batman vestido de rosa por los periódicos.
—Y ¡dile a ese tío que se vista, anda!— le digo saliendo por la muerta mientras que le escucho hablar.
—No te preocupes, ya se iba. Por cierto, es Robert, un amigo.
«Sí, sí, un amigo» pienso mientras, poco a poco bajo las escaleras, a decir verdad me importa un carajo quien sea ese tío.
10 DE AGOSTO DE 2027
— ¿Has visto, Bruce?, Batman sale de nuevo en el periódico.
Me acerco al Conde para ver yo mismo la noticia. No he querido decirle nada de lo que paso en la casa, tan sólo que Albert me había suplantado.
Batman y su nuevo compañero hacen de Gotham un paraíso para vivir
Por lo visto, Albert, tenía una especie de ayudante, un atlético joven vestido con unas mallas, un chaleco rojo y una capa amarilla. Se veía bien claro en la foto que acompañaba a la noticia.
Aquella indumentaria, un chico joven y el nombre al pie de la foto, Robin, me hicieron pensar. Y, por desgracia, el cuerpo desnudo del amigo de Albert volvió a mi cabeza. ROBERT…ROBIN… ¡cielo santo, que he hecho!
—Primo…creo que es mejor que dejemos de leer las noticias…
Jesús Cernuda.