55ª Convocatoria: Mujer

Mujer.

Rebeca

Ilustración de Rafa Mir

Rebeca es una niña de cuatro años a la que conocí en la piscina de la urbanización.

Es una niña muy linda, de pelo castaño y ojos azules profundos.

No tenía miedo al agua. Al contrario, nadaba como un pececillo manteniendo la cabeza erguida y moviendo los brazos y las piernas con un ritmo sorprendente para su edad.

Confieso que fue un verano divertido con Rebeca. A pesar del calor tan horrible que hacía, Rebeca parecía estar en el mundo de las sirenas.

Sí. Rebeca era una sirena, una pequeña sirena.

Me conmovió desde el principio. Era muy tenaz y persistente.

Nos echábamos carreras y siempre ganaba Rebeca.

Una tarde me enseñó sus muñequitos. Eran sirenas de varios colores. Pero le faltaba una que se la había llevado un primo suyo que estabas celoso y era un poco patoso.

Así que en un centro comercial busqué una sirenita de color rosa que era el color que le faltaba de la colección de sirenitas y con mucha ilusión se la compré.

Con más ilusión aún le entregué el regalo.

Rebeca me había confesado que le faltaba la sirenita de color rosa, así que yo me propuse encontrarle una sirenita del color que le gustaba, aunque me tuviera que recorrer todas las jugueterías de los centros comerciales.

La sorpresa de la encantadora niña no se podía expresar con palabras.

Sus bonitos ojos azules se abrieron de par en par cuando la contempló. Abrió la boquita para exclamar algo,  pero estaba tan entusiasmada que le quitó el envoltorio con la ayuda de su madre y se lanzó al agua apretando con fuerza la figura de la sirenita rosa

Una noche en la que no era fácil pegar el ojo imaginé el futuro que le esperaría a Rebeca.

Dentro de veinte años, ella sería una mujer de veinticuatro y yo tal vez no estaría en el planeta Tierra.

En cualquier caso, deseé con todo mi corazón que fuera un futuro luminoso como el de sus preciosos ojos azules.

Paloma Muñoz
Madrid, 12 de diciembre de 2022

54ª Convocatoria: La sombra

La sombra.

Breve historia de mi pueblo

Ilustración de Rosa García

Nacieron las luces
y se alargaron las sombras
de los cipreses
y las de los esqueletos
que nos miraban
a través de los agujeros
de las tapias del cementerio.

Crecieron las luces
y las sombras
se fueron un rato a dormir.
Agazapadas, cruzaban los dedos
para que el sueño de la memoria
no fuera demasiado ligero.

Murieron las luces
y, con ellas, las sombras
también se fueron.
Y, cuando salió el sol
de nuevo,
las dos se pusieron a bailar
sobre las tumbas
de nuestros recuerdos.

Ainhoa Ollero

Diálogos con mi sombra

Autor@: Ainhoa Ollero
Ilustrador@: Rafa Mir
Corrector@: Mariola Díaz-Cano Arévalo
Género: Poesía
Rating: + 18 años
Este relato es propiedad de Ainoha Ollero. La ilustración es propiedad de Rafa Mir. Quedan reservados todos los derechos de autor.

Diálogos con mi sombra.

Ilustración de Rafa Mir

Le digo a mi sombra
que me quiero tomar un tiempo,
pero ella no me deja:
me recuerda
que soy un animalillo
tembloroso y pequeño,
que se mueve
por impulsos del corazón
y, a veces, se olvida
de poner las patitas
en el suelo.

Le digo a mi sombra
que yo soy solo luz
y ella no se lo toma
demasiado en serio:
sabe que solo ha de esperar
a que una ventolera
me saque del tiesto,
o una palabra cruzada
sople sal en las heridas
de esa niña que abandoné
y que, poco a poco,
recupero.

Le digo a mi sombra
que solo quiero dormir
y que, al despertar,
todo sea perfecto.
Y ella me coge de la mano
y me enseña
que esa luz que soy
ha de convivir
con la oscuridad de mis miedos:
cuando deje de huir de ellos
seré el roble milenario
que no teme
a las flores de un día,
el animal mitológico
que campa a sus anchas
por vuestros bosques
de neones y cemento.

Ainhoa Ollero

Bestiario de provincias

Autor@: Ainhoa Ollero
Ilustrador@: Paloma Muñoz
Corrector@: Mariola Díaz-Cano Arévalo
Género: Poesía
Rating: + 18 años
Este relato es propiedad de Ainhoa Ollero Naval. La ilustración es propiedad de Paloma Muñoz. Quedan reservados todos los derechos de autor.

Bestiario de provincias. 

BESTIARIO_ILUSTRACIÓN_PALOMA

Ilustración de Paloma Muñoz

Una noche cualquiera.
Un zoológico
de luces y sombras,
de arenas movedizas,
de puentes de baldosas amarillas
que llevan a la isla
donde cantan las sirenas,
ese lugar
del que todos sospechan,
porque nadie lo recuerda.

Una noche cualquiera
después de un día gris
y de una tarde de tormenta:
el dragón, agazapado,
acechaba bajo la escalera
y, con su fuego y metralla,
nos recordó nuestra naturaleza
de basiliscos con el veneno
en pie de guerra.

Una noche cualquiera
en esta, nuestra pequeña ciudad,
con sus sueños chiquititos,
sus gnomos de jardín
y sus unicornios en las carpetas
de las niñas pequeñas:
son el único sitio
donde los arcoíris
se respetan.

Una noche cualquiera
montando guardia
junto al nido del Fénix
que tengo en la azotea,
porque uno de estos días
seguro que se despierta
y le van a dar igual
los días grises,
las noches negras,
los huracanes
y las tormentas.

Ainhoa Ollero

 

 

Zarandeo

Autor@:
Ilustrador@: Rafa Mir
Corrector@: Mariola Díaz-Cano Arévalo
Género: Poesía
Rating: + 18 años
Este relato es propiedad de Ainoha Ollero. La ilustración es propiedad de Rafa Mir. Quedan reservados todos los derechos de autor.

Zarandeo. 

zarandeo - Rafa para Ainhoa

Ilustración de Rafa Mir

Los huracanes
llegaron, dejándonos
un vacío bajo los pies
y enredones en el pelo.
(Y, así, despeinadas
y con nuestros piececitos de geisha
arrancados del tiesto,
plantamos una mirada desafiante
a las máscaras
de nuestros ancestros).

Los huracanes
se quedaron un tiempo
entre nuestras piernas temblorosas
y nuestros labios vacilantes,
zarandeando
estos corazones tiernos nuestros,
hasta que dejamos de permitir
que otros
marcaran nuestros ritmos,
nuestros silencios.
(Y, así, mirando a los ojos
a la hoguera
que nos ardía dentro,
crecimos como árboles centenarios
y nos atrevimos
a intentar tocar el cielo).

Los huracanes
se fueron, por fin,
y tras su paso quedaron
los campos arrasados
para que los sembráramos
de nuevo,
los cimientos removidos,
con todos los secretos
al fresco,
el aire frío, limpio, desafiante
para que los pájaros
de nuestras cabezas
pudieran emprender,
otra vez,
el vuelo.

Ainoha Ollero

La canción de mis secretos encriptados

Autor@:
Ilustrador@:
Corrector@: Mariola Díaz-Cano Arévalo
Género: Poema
Rating: + 18 años
Este relato es propiedad de Ainhoa Ollero Naval. La ilustración es propiedad de Carolina Cohen Polanco. Quedan reservados todos los derechos de autor.

La canción de mis secretos encriptados.

Había una vez un secreto
que nació de una colección
de cicatrices del alma
y otro,
de la curiosidad,
de las cosas de la edad.
Y, sobre todo, de mi ombligo
en llamas.

Vinieron, vieron y vencieron
porque no había,
para detenerlos,
ni medio abrazo
ni la caricia de una mirada.
Entre noches borrosas
y escaramuzas
a los pies de mi cama
tejieron su telaraña.

(Y como veían
que no me moría,
fueron a llamar
a otro secreto.)

Había una vez un secreto
que vivía en terror
de la primera piedra
y de la última palabra,
y me tatuó una máscara
que asfixió mi corazón saltarín
y llenó de barro
esas huellas mías,
disfrazadas de mujercita fatal,
que todavía bailaban.

Ese secreto hizo amagos
de salir a recorrer el mundo,
porque ardía de injusticia,
y de suciedad, y de rabia,
pero todo quedó
en un par de escaramuzas
que pronto ya nadie recordaba.

(Y como los secretos,
envalentonados en su cueva
regada por la vergüenza
y las lágrimas,
veían que no me moría
o, aún peor,
que mi misma existencia
era recordatorio y batalla,
fueron a llamar
a otro secreto.)

Ese secreto intentó gritar,
pero su vocecilla no interesaba.
Y, en su silencio rojo
de frustración
y blanco de candidez,
que le hacía preguntas
a las matrículas de los coches,
a las sábanas revueltas
y a las margaritas deshojadas,
llamó a una legión de secretos
que se armaron, insidiosos,
en la retaguardia.

(Y como veían
que no me moría,
me abrieron los ojos
con aguijones
y con balas de plata.)

Ilustración de Carolina Cohen Polanco

*Epílogo:

Ahora veo, un poco,
en la oscuridad
y avanzo a tientas,
aunque los secretos
todavía me visitan,
y me tiran del pelo,
y me susurran
que no valgo nada,
pero no pueden impedir
que pasee por este barrizal
desnuda, serena, descalza,
con la razón en una mano
y, en la otra,
una metralleta cargada.

Ainhoa Ollero Naval

La danza hipnótica de los esqueletos

Autor@:
Ilustrador@:
Corrector@: Mariola Díaz-Cano Arévalo
Género: Poesía
Rating: + de 18 años
Este relato es propiedad de Ainhoa Ollero Naval. La ilustración es propiedad de Paloma Muñoz. Quedan reservados todos los derechos de autor.

La danza hipnótica de los esqueletos.

ilustración de Paloma Muñoz

 

Bailo algunas noches
la danza de los esqueletos,
que viven en los armarios
y asoman la calaverita
para que no los olvidemos.

Intento no tropezar
en su laberinto de huesos,
pero a veces lo que me cuentan
se me clava en las tripas,
o me retuerce el corazón,
y entonces me gustaría
que se mudaran muy lejos.
O aprender a fingir
que no existe el miedo,
ni la sombra negra de la culpa,
ni los remordimientos.

Los esqueletos tienen voz suave
para hipnotizarnos esas horas
que nosotros, los insomnes,
asesinamos clavándoles los dedos.
Y, cuando se hace de día,
nos olvidamos de todo
con una lágrima,
con un bostezo.
Con un catálogo de distracciones
de lo más divertido y completo.

Pero ellos siempre vuelven,
no nos dejan,
por el ojo de la cerradura
nos miran con sus ojillos ciegos,
esperando que se haga de noche:
saben que iremos a buscarlos,
porque en el fondo no sabríamos
cómo vivir sin ellos.

Ainhoa Ollero

39ª convocatoria: La naturaleza

La naturaleza.

Ilustración de Rosa García

Vuelta a los orígenes.

Busco entre vuestras ramas,
amigos, guías, centinelas
el abrazo que me enseñe
a mirar dentro de mí,
que me ayude a recordar
que yo también
soy hija de la tierra,
el lugar donde sangre, fuego y savia
se funden en sintonía eterna.
se funden en sintonía eterna.

Ainhoa Ollero Naval

Medicina del bosque

Autor@:
Ilustrador@:
Corrector@:
Género: Poesía
Rating: Todos los públicos
Este relato es propiedad de Ainhoa Ollero Naval. La ilustración es propiedad de Bárbara González de Murillo. Quedan reservados todos los derechos de autor.

Medicina del bosque.

Ilustración de Bárbara González

Ilustración de Bárbara González

Murmullos entre las hojas:
soy yo, y también vosotros,
y toda esta paz donde puedo
abandonarme a las horas
que, normalmente,
me persiguen con culpa,
demasiado lentas,
demasiado rápidas,
con tantísimas exigencias…
Falta tiempo
y sobran pruebas,
y yo, que me he bajado
del tren en marcha,
circulo por la cañada
de las ovejitas negras.

Pájaros que me responden
cuando silbo esa canción
antigua y misteriosa
que recordé por casualidad,
y que siempre me acompaña
cuando me abandono
en estas tierras.
Batir de alas en el cielo,
las plumas que me encuentro
en medio del sendero de arena
y que atesoro en secreto
para construir altares,
telarañas mágicas,
monumentos a la desnudez,
a la caída de las máscaras,
al aquí y al ahora,
que es lo único que me mantiene
con los pies medio en el suelo,
el corazón encendido
y la risa, alerta.

Encuentros fortuitos
con el zorro, el jabalí, el corzo,
la nutria, la jineta.
Todos los gatos
que he malacostumbrado,
y los que todavía
me miran con extrañeza.
Los cangrejos extranjeros
que he de devolver al agua
para que no se pierdan.
El cuervo, el gorrión, la cigüeña
y, ahí arriba, las rapaces
que todo lo ven
y, si les preguntas,
te lo cuentan.

El sendero alternativo
que a veces me sirve de puerta
a dimensiones paralelas,
a la ruta de los elefantes,
a la fuente de fuego del dragón,
a los cantos dulces de las sirenas,
a la ninfa de las margaritas en el pelo,
a todos los que pueblan estos parajes
y nos tienden una mano,
y celebran con nosotros
nuestras ganas de volar libres,
de soltar lastre
y tocar, como nos corresponde,
las estrellas,
de vaciar de penas el corazón
y de miedo, la cabeza.

Mis árboles,
que me abrazan en silencio
y que hablan entre ellos
entrecruzando sus raíces,
nos cobijan a todos
como amorosas madres de madera.
Tiran de nosotros hacia el suelo
ayudándonos a llegar
al núcleo del planeta,
a construir nuestra casa,
a dejar de flotar sin rumbo
cuando volar demasiado
nos desconcierta.

La vuelta a casa, desperezándome,
a la vez en el aire y en la tierra,
con la mente en silencio
y una sonrisa que me guardo,
porque me he concedido
el derecho a la pausa y a la tregua,
aunque las vecinas no me entiendan,
y hablen de mí cuando piensan
que no me doy cuenta.
Su cháchara me recuerda, cada vez más,
a la cantinela de las gallinitas cluecas.

Ainhoa Ollero Naval