Mujer.
Rebeca
Rebeca es una niña de cuatro años a la que conocí en la piscina de la urbanización.
Es una niña muy linda, de pelo castaño y ojos azules profundos.
No tenía miedo al agua. Al contrario, nadaba como un pececillo manteniendo la cabeza erguida y moviendo los brazos y las piernas con un ritmo sorprendente para su edad.
Confieso que fue un verano divertido con Rebeca. A pesar del calor tan horrible que hacía, Rebeca parecía estar en el mundo de las sirenas.
Sí. Rebeca era una sirena, una pequeña sirena.
Me conmovió desde el principio. Era muy tenaz y persistente.
Nos echábamos carreras y siempre ganaba Rebeca.
Una tarde me enseñó sus muñequitos. Eran sirenas de varios colores. Pero le faltaba una que se la había llevado un primo suyo que estabas celoso y era un poco patoso.
Así que en un centro comercial busqué una sirenita de color rosa que era el color que le faltaba de la colección de sirenitas y con mucha ilusión se la compré.
Con más ilusión aún le entregué el regalo.
Rebeca me había confesado que le faltaba la sirenita de color rosa, así que yo me propuse encontrarle una sirenita del color que le gustaba, aunque me tuviera que recorrer todas las jugueterías de los centros comerciales.
La sorpresa de la encantadora niña no se podía expresar con palabras.
Sus bonitos ojos azules se abrieron de par en par cuando la contempló. Abrió la boquita para exclamar algo, pero estaba tan entusiasmada que le quitó el envoltorio con la ayuda de su madre y se lanzó al agua apretando con fuerza la figura de la sirenita rosa
Una noche en la que no era fácil pegar el ojo imaginé el futuro que le esperaría a Rebeca.
Dentro de veinte años, ella sería una mujer de veinticuatro y yo tal vez no estaría en el planeta Tierra.
En cualquier caso, deseé con todo mi corazón que fuera un futuro luminoso como el de sus preciosos ojos azules.
Paloma Muñoz
Madrid, 12 de diciembre de 2022