Autor@: Carolina Cohen
Ilustrador@: Paloma Muñoz
Corrector@: Mariola Díaz-Cano Arévalo
Género: Micro relato
Rating: Todos los públicos
Este relato es propiedad de Carolina Cohen. La ilustración es propiedad de Paloma Muñoz. Quedan reservados todos los derechos de autor.
El propósito de estar.
Eran más de las doce cuando aún deambulaba por las calles con las manos repletas de objetos y los pies empantanados de frío, sintiéndose acompañar a la noche entre ritmos de kora y yembé. La luna se veía en escenario incierto, como telón de fondo, encendiendo de intensa luz la complejidad de la bóveda celeste.
Andaba su paso envuelto en leves corrientes y una estela difusa se iba dispersando en nostalgias de gari, ukazi y huru. Sobre sus cristales se derramaba el rocío, pero en el intento de enceguecer su mirada a través de sus gafas solo se entreveía la seguridad de no estarle faltando nada.
Sus ojos negros brillaban, convencidos de que Mami Wata, en tierra y en el fervor de su exilio, le seguiría siempre protegiendo con comida, vivienda y abrigo. Su pensamiento era completo: notorias eran las grietas entre historias y anhelos.
Le veía mientras se acercaba desde la calle de enfrente. ¡Me hizo recordar a tantísima gente procedente de la otra orilla del Mediterráneo, llegando a diario a las costas españolas! Con sus pasos largos y de pronunciada estatura, apareció de repente braceando entre las apiñadas mesas del Kiosko Amalia.
En los matices del lugar perdí su rastro y de pronto noté que estaba junto a la mesa donde me encontraba celebrando otro de mis tantos cumpleaños. Se dirigió a nosotros hablando muy bajito, con la intención de ofrecernos sus productos:
—Tengo pulseras, estatuillas, bolsos, bisutería… Para la señora…
Sin darle la oportunidad de continuar y cercenando sus palabras, sin apenas contacto visual con su rostro, le dije:
—No, no, muchas gracias.
Y tomó rumbo a otra mesa. Luego a otra, y a alguna más. Los clientes no parecían haberle regalado un gramo de ilusión en esta ocasión.
Poco después le vi alejarse hacia el Edificio de las Mariposas tarareando una canción para mí desconocida. Tal como se había aproximado, ahora imprimía sus pasos sobre la carretera.
Me quedé pensando en el aire de perseverancia y empeño que se dejaba ver en su actitud. Le dije entonces a la persona con quien estaba, cuestionando el mensaje que le había transmitido con mi lenguaje no verbal:
—Ha de ser muy grande y poderoso su propósito para ir cargando tanto encima. Seguro que tendrá familia, madre, esposa, hijos. Me lo imagino celebrando su conquista al pisar suelo europeo, en ese despertar de un extenso y peligroso viaje en patera. ¡Cuántas imágenes fabricadas, sus rutas migratorias, los días de trayecto, el desierto que clama! ¡Qué de historias no contadas, incomprendidas, invisibles, silenciadas! ¡Cuántos prejuicios, cuánta xenofobia, cuánta piel, cuántos colores, cuánta pobreza de por medio! ¡Cuántas miradas compasivas mas no inclusivas! ¡Cuánta separación e ignorancia! Ha de ser grande el propósito para llevar las manos, los pies y los hombros cómplices de tanta fatiga.
Carolina Cohen