La noche vacía.

Autor@: David Gambero

Ilustrador@:  Vicente Mateo Serra – tico

Corrector/a: Carme Sanchis

Género: Fantástico

Este relato es propiedad de David Gambero, y su ilustración es propiedad de Vicente Mateo Serra – tico. Quedan reservados todos los derechos de autor.

La noche vacía.

Ilustración de Vicente Mateo Serra – tico

Matthew alzó la mirada en busca de unas velas que los siglos y el progreso se habían tragado. El viento ya no impulsaba a las naves en la mar sino el sucio ruido de un motor diesel del tamaño de un cobertizo. Un suspiro supo hacerse hueco entre sus sentimientos y fue a unirse con la tenue bruma que pronto engulliría toda la cubierta del barco. Se caló el abrigo y el gorro en busca de un vano abrigo contra el frío ártico, pues hacía horas que habían sobrepasado la última línea marítima donde verían el sol. El cielo de Svalbard ya se había saciado con la claridad y tardaría meses en digerirlo y volver a deglutirlo.

-Me voy a perder la aurora boreal, ¿verdad?

Aquella pregunta susurrada entre la tristeza y la añoranza hizo conjurar a Matthew una leve sonrisa. Temblorosa, frágil y sobrecogedora, se encontraba a su espalda Helen. El enorme abrigo de piel con el que se cubría apenas la convertían en una pequeña hada de ojos negros y profundos. Unos que brillaban con fuerza a través de las gruesas gafas de esquiar con las que se protegía de las corrientes heladas.

-¿Cómo se encuentra? –preguntó directo al grano Matthew.

Helen se arrebujó a su lado y dejó descansar su cabeza sobre el hombro de este que apenas sintió el peso de la chica. Y nada tenía que ver la cantidad de abrigo con la que se defendía del frío: su toque siempre era así, suave, casi irreal…

-¿Mk? –Contestó ella con otra pregunta-. Debe ser de los pocos de este cascarón que tiembla más por miedo que por frío. Creo que se está dando cuenta de dónde se está metiendo… Tarde, como todos por otra parte.

-¿Crees que se rajará?

-¿A estas alturas… o latitudes? –Helen sonrió con ganas-. No. Es de los que va hasta el final.

Matthew masculló por lo bajo algo que Helen no llegó a oír. Su atención había sido robada por la densa neblina que convertía el azul en blanco. Alzó su mano enguantada y dejó que la condensación pasase a través de esta como si fuese un fantasma. Uno muy frío. Uno necesario.

-Entonces ya casi estamos a punto –sentenció Matthew sacando su teléfono móvil del bolsillo y comprobando la posición por satélite-. Se acerca la calma.

-Odio cuando dices eso…

-¿Por qué suele significar todo lo contrario? –la abrazó él de repente tratando de confortarla.

Helen no contestó. Simplemente se dejó engullir por el abrazo y la chispa de calidez que este desprendía. Para su desgracia el momento fue sesgado de raíz cuando una voz ruda, y en un noruego nada académico, ordenó encender las luces del barco. Tres potentes proyectores crearon un aura de blancura destinada a combatir contra aquella bruma. Un combate perdido de antemano. Pero, aún así, un combate ineludible. Uno como el que estaban a punto de afrontar. Y aquella vez le tocaba a Matthew.

-¿Interrumpo?

A su espalda la figura enjuta de Mk les sorprendió. Apenas iba abrigado contra lo que el tiempo y la cordura aconsejaban y su cabello negro como la misma noche ondeaba desordenado al capricho del viento.

-Os dejo solos –le dijo Helen a Matthew en un susurro-. Voy a comprobar que está todo preparado en la habitación y nuestros amigos listos.

Matthew asintió al tiempo que esta se alejó tras intercambiar un breve saludo con un Mk que se acercó tímidamente a la borda.

-Todo esto tiene un sentido, ¿verdad? –preguntó este nada más encontró la seguridad de la barandilla.

-Lo crea o no, lo tiene –le aseguró Matthew.

-¿Por eso hemos tenido que venir hasta aquí? ¿Qué tiene este lugar de especial?

-Verá… Digamos que existen latitudes específicas en la Tierra donde el velo entre la realidad y el sueño es más sencillo de atravesar –explicó Matthew de la manera más resumida y eficaz que supo-. Ahora mismo vamos derechitos a uno.

Mk asintió lentamente comprendiendo a duras penas lo que aquel hombre le contaba, mientras sus pulmones se alimentaban de una densa y húmeda niebla que casi podría masticar más que respirar.

-Así que este lugar es como el Triángulo de las Bermudas…

-El Triángulo de las Bermudas es como Disneylandia en comparación con esto. Créame, los sitios desconocidos son así porque pocos quieren visitarlos más de dos veces.

-¿Y ustedes han estado aquí ya?

Matthew no pudo contestar. Un silencio tan grave como su semblante lo hizo por él ante el que Mk no pudo quedar ajeno aunque lo respetó uniéndose al mismo. Dos olas furiosas tuvieron que sacudir el barco para que nuevas palabras llenaran la noche.

-Soñar está sobrevalorado –dijo de pronto Matthew.

-No lo diría si no soñase en absoluto.

-Lo digo precisamente porque lo hago demasiado a menudo –replicó este mientras comprobaba de nuevo en su teléfono móvil dónde se encontraban-. Aún está a tiempo de echarse atrás.

-No podría vivir una vida arrepintiéndome de esa decisión, Matthew.

-Al menos podría vivir una vida. Espero que tenga sueño… Es hora de la siesta.

-¡Matthew! -gritó su nombre la lejanía.

Ambos hombres se adentraban en las entrañas de la Temperley cuando aquella voz les salió al paso deteniéndoles bajo la tenue luz de dos bombillas que colgaban como telarañas del techo reflejando la fantasmagórica visión que eran a la vista los intrincados jeroglíficos que adornaban las paredes de todo el barco. Matthew tenía por norma tratar de no fijarse demasiado en ellos. Le ponían los pelos de punta por más que fueran tan necesarios como él mismo para lo que estaban a punto de hacer. Al fondo, guardando esperanzas y la sala estanca se encontraba la grácil figura de Alba que les esperaba con impaciencia. Inmediatamente les hizo pasar a la enorme cámara frigorífica que había sido convertida en algo que rallaba lo irreal. Por doquier colgaban centenares de despertadores totalmente sincronizados cuyo tic tac rebotaba prisionero por los ojos de buey cerrados a cal y canto. Las paredes también habían sido decoradas con intrincados y numerosos símbolos arcanos y, en el centro de la estancia cinco camas dispuestas en círculo rodeaban a un gran jergón de paja.

Ilustración de Vicente Mateo Serra – tico

Los amigos de Matthew, tornados en un completo equipo de jugadores a su servicio tras numerosas incursiones en el mundo onírico, completaban el cuadro al borde de los lechos. Miradas de rutinas y sonrisas de compromiso desfilaron mientras la figura de Mk les observaba claramente fuera de lugar. Dos parejas completaban aquella misión. Robert y Alba como navegantes del sueño y John y Montse como arquitectos. El resto era cosa suya y de una Helen que parecía tan ansiosa como preocupada.

-¿Un somnífero? –ofreció solícita Helen a Matthew nada más llegar a su lado.

-Creo que él lo necesita más que yo –dijo este señalando con la cabeza a Mk-. ¿Ha echado el ancla el capitán?

-Hace diez minutos –respondió Robert calándose un curioso gorro de dormir pero dejando sus orejas fuera del mismo-. Y le reconozco al barbas que lo ha clavado. Justo en el punto exacto.

-Algo que reconocer, ya que dudo que ese burro sepa lo que es el GPS siquiera –agregó Montse mientras le colocaba bien el gorro a su amigo que lo había dejado levemente ladeado-. Me gusta cuando un marino sabe manejarse.

-Y a mí saber que no hemos pagado sólo por un nombre sino por un hombre de verdad –terció Alba que alisaba frenéticamente las sábanas de su cama-. Hasta ahora lo había estado dudando.

John, por su parte, se acercó hasta Mk y le puso la mano en el hombro con amabilidad. Al momento el hombre se tensó como una cuerda de piano dejando claro cuan incómoda le resultaba la situación.

-Tranquilo. Algunos de los de aquí no creíamos en nada de todo esto, hasta que… Bueno, hasta que duermes rodeado de extraños.

-Ustedes no parecen demasiado extraños entre sí…

-¿Se refiere a…? -preguntó John señalándose a sí mismo y luego a Montse-. ¿Lo ha notado? Verá, esto es mucho más sencillo si hay unos vínculos en común entre los que lo llevan a cabo.

-Y los afectivos son los más poderosos –musitó Helen antes de dar un beso en los labios a Matthew que le pilló por sorpresa-. Es más sencillo compartir un sueño de esta manera…

Mk asintió aunque su reticencia no disminuyó un ápice. Sin embargo se dejó llevar por John que, con suavidad, le encaminó hacia el lecho de paja en mitad de la estancia. Su mirada no paraba de encontrarse con los relojes que colgaban por doquier y las claraboyas, ahora cerradas, donde la niebla se agolpaba deseosa de poder inundar la habitación.

-¿Listo?

La pregunta de Matthew recibió un escueto asentimiento por parte de Mk que parecía hacerse más insignificante a cada momento que su miedo le azotaba.

-¿Y si no me gusta lo que sueño? –preguntó este, algo que parecía haber estado guardando mucho tiempo.

-Todos tenemos pesadillas, Mk –dijo Helen al tiempo que le tendía el somnífero que había rechazado Matthew-. Sin nuestros miedos no somos nada. Pero tampoco sin nuestros sueños. Por eso ha llegado tan lejos, ¿no?

-Estoy cansado de la oscuridad.

-Y yo cansado de verdad. Y helado –refunfuñó Robert al tiempo que sacaba un walkie talkie del interior del bolsillo de su chaqueta-. Dormilones a puente de mando, ¿me recibe? Claro que me recibe, si el canal está siempre abierto… Bueno, a lo que iba. Solskaer, a partir de ahora que la Temperley no se mueva ni un milímetro ¿entendido?

Un “de acuerdo” mezclado con estática fue la escueta respuesta que recibió. Todos se encontraban ya en posición. Cada uno ocupando su lugar en el círculo de lechos presidido por la enorme cama al pie de la cual esperaba Matthew. Besos rápidos y nerviosas buenas noches fueron repartidas antes de que Mk se tragara el somnífero. La claridad de sus ojos azules se tornó vidriosa nada más hacer efecto la pastilla.

-El camino de siempre. La rutina de siempre –le advirtió entonces Alba alzando la mirada hacia los relojes-. Ni improvisaciones ni heroicidades. Construye y apuntala, pero nada más. Este sitio es demasiado… frágil para nada más.

-Aguantará. Sólo tendré que sumergirme más de la cuenta, pero aguantará. Con todo lo que has preparado no me quedaré dormido.

-Más te vale –terció Helen con un guiño-. No quiero despertar sin ti.

-¡Buscaos una habitación! –gritó en broma Robert.

-En una habitación estamos –respondió con media sonrisa Matthew.

-Bueno, pues una en la que no esté yo. O que sí esté pero con una cámara y un disfraz de conejo…

Alba le dio un coscorrón a Robert antes de lanzarle un pequeño mando a distancia a Matthew, que este cogió al vuelo. Al minuto todos estaban en sus camas, cada uno descansando relajadamente en ellas con las manos en el pecho y la mente totalmente despejada. Matthew le hizo un gesto a Mk para que ocupase su lugar en el centro, a lo que este accedió al momento.

-Espero que no te importe compartir cama –le dijo Matthew antes de tumbarse junto a este.

-Espero que no asuste por lo que pueda encontrar en mi subconsciente.

-Sea lo que sea he visto cosas peores, créame.

Matthew lo decía totalmente en serio. Un hombre sin sueños no es lo peor que había afrontado. Aquello solo sería un bloqueo. Una pieza mal encajada en su cabeza. Entraría y lo restauraría. Sería difícil pero no sería la primera vez que lo hiciera.

-Te soñaremos guapo, Matthew –dijo en tono de broma Robert antes de cerrar los ojos completamente.

-Felices sueños a todos –dijo Montse a modo de señal.

Todo está listo para comenzar. Mk era evidente que no podía mantenerse mucho más despierto por como sus párpados caían y se alzaban por impulso. Matthew sacó entonces su móvil, comprobó una vez más sus coordenadas y, de pronto y fuera de toda su rutina, pulsó un par de comandos antes de guardarlo en su bolsillo. Entonces apretó el botón del mando a distancia y las claraboyas de la habitación se abrieron de par en par. Con tétrica lentitud la niebla del exterior comenzó a invadir la estancia. Una blancura gélida y casi irreal les envolvió al minuto. A su lado, Matthew sabía ya dormido a Mk. Su respiración se había normalizado y ya no se removía en el lecho. Respiró hondo y se concentró en la blancura circundante. Sintió el sueño llegar hasta él. Y lo recibió con todo su ser. Dejó que le atrapara y le confortara. Que le llevase lejos de aquel lugar. Tan lejos como a la persona que dormía a su lado. A Mk. Sintió las consciencias de sus amigos flotar a su alrededor como luces de navidad. Brillar iridiscentes y danzar mostrándole un camino seguro. Lo siguió sin prisa. Dándoles tiempo para construir y a él para asentarse. Había mucho que armar antes de poder andar. Mucha rutina que repetir. Mucha nada que disipar hasta que aquel mundo de irreal éter se tornara sólido. Y entonces lo sitió. Le estaban soñando. Le estaban creando. Hacedores ajenos de lo conocido. Era una sensación inenarrable. Un cosquilleo que bailaba entre el dolor y el placer. Uno que acabó, como siempre, de golpe. Sus pies de pronto se afianzaron en el suelo. Cerró el puño varias veces sincronizando sensaciones y comandos nerviosos hasta que todo fue perfecto. Respiró por costumbre un aire que no existía y miró en derredor. Se encontraba en un espacio totalmente blanco. Blanco hasta el infinito. Era tan claro que dañaba ojos y cordura. Aún así no se asustó. No estaba sólo ni en un lugar desconocido. Estaba donde se suponía debía estar.

-Bonita sala de espera, Mk. Eso sí, un poco minimalista –se dijo a sí mismo para reconocer su propia voz.

Pateó el sólido blanco sobre el que se mantenía en pié y descubrió con sorpresa que calzaba unas playeras moradas donde bailaban en libertad sus dedos.

-Muy gracioso, Robert –gruñó este antes de que estas se convirtieran al momento en sus zapatos de siempre.

Entonces Matthew buscó en el interior del bolsillo de su chaqueta. Justo donde debía estar soñado había un grueso lápiz negro que extrajo y contempló a un palmo de sus narices. El cincel perfecto para un creador. Se agachó entonces a sus pies y dibujó un enorme rectángulo ante sí de un solo trazo. Comprobó que fuese perfecto antes de afrontar la parte más difícil. Se alejó tres pasos del rectángulo y cerró los ojos. Se estaba forzando a soñar. A crear. Y aquel proceso requería todo de él. Buscó los pedazos que conocía y rellenó los que no con las pertinentes singularidades. Tuvo ayuda, como siempre, pues no estaba sólo. Y aún así era demasiado lo que el soñador debía efectuar.

-¿Matthew? -Este abrió los ojos súbitamente al escuchar su nombre al tiempo que sus músculos se soltaban de un doloroso tirón. Ante sí se encontraba un Mk que no comprendía como había llegado allí.

-Tranquilo, es usted –le respondió inmediatamente Matthew como si le leyese el pensamiento-. O más bien una imagen filtrada por mí de usted mismo. Es algo complicado de explicar pero, digamos que usted es usted, o casi.

-¿Soy o no soy? –inquirió este algo alterado.

-Ahora mismo estamos dentro de su propia mente, Mk. O más bien, a las puertas de su subconsciente. Aquí es donde sus sueños se entretejen… O deberían –Matthew miró en derredor la blancura cegadora que les rodeaba-. Y digamos que es casi imposible soñar una imagen fidedigna de uno mismo dentro de la propia cabeza. Por eso es que… le estoy soñando a usted.

-¿Y quién le esta soñando a usted?

Matthew sonrió. De pronto una sensación cálida y conocida le inundó por respuesta muda a aquella pregunta de Mk. Una suave música comenzó a sonar a su alrededor.

Ambos hombres miraron a su alrededor buscando un origen a aquella tonada que no provenía de ninguna parte pero que Mk no tardó en reconocer.

¿Where the streets have no name?

-A Helen le encanta U2… Dios sabe por qué razón –Se encogió de hombros Matthew al tiempo que hacía un gesto en el aire y la música se disipaba-. ¿No se preguntaba por qué se necesitaban tantas personas para ocuparse de su problema?

Este no pudo más que asentir ante la respuesta de Matthew, aunque aún había demasiado que preguntar y comprender.

-Entonces… ¿Sus compañeros nos están soñando? ¿Están soñando todo esto?

-No. No todos. Entrar en el subconsciente de una persona, en la zona de los sueños, es algo increíblemente complicado que necesita de magia y habilidad natural para ello. Muy pocas personas la tienen, por eso es tan complicado manejarse conscientemente dentro de un sueño. Pero aquellos que podemos, y si tenemos las herramientas adecuadas y los lugares propicios, podemos adentrarnos no sólo en nuestros propios sueños, sino también en los de los demás. Es un proceso bastante complejo para poder resumirlo correctamente, pero digamos que la mente a tratar debe ser filtrada a través de los sueños de otros y, a partir de ese punto, poder ahondar en cualquiera que sea el problema que la aqueja.

-Entonces, ¿todo esto es lo que sueño o lo que no sueño?

-No… Esto es usted resistiéndose inconscientemente a proporcionar algo con lo que trabajar al resto de soñadores. Cosa que, por cierto, suele cabrear bastante a Montse. Pero no se preocupe, siempre se abre camino…

-¿Camino hacia dónde?

-Hacia el lado correcto de la puerta donde estamos detenidos.

-¿Qué puerta? –buscó con la mirada Mk aquello que no había.

-Sobre la que está detenido, Mk…

Ilustración de Vicente Mateo Serra – tico

Ambos hombres miraron a los pies del hombre encerrado en el rectángulo y, de pronto, el interior del mismo comenzó a brillar con un resplandor carmesí. Mk sintió cómo sus pies comenzaron a despegarse del suelo, alzándole a medio metro del mismo. Matthew alzó la mirada para ver como el hombre, absolutamente fuera de lugar, pedía con mirada suplicante una explicación.

-Usted sueña, Mk. Todos lo hacemos. Sólo que, por alguna razón, su mente le ha colocado en el lado opuesto a los sueños. No tengo ni la menor idea de lo que le ha podido pasar o lo que nos ha estado ocultando. Ya le dije cuando aceptamos el trabajo que no nos importaba. Todo el mundo oculta cosas. Muchas veces de manera inconsciente. Pero estoy… estamos aquí para averiguarlo y ponerle a usted y sus sueños en su sitio. Ahora necesito que decida si de verdad quiere seguir adelante.

No era la primera vez que recitaba aquel discurso. Y había recibido respuestas de toda clase al mismo. En el borde de los sueños un hombre encontraba o perdía el valor o la cordura con facilidad. Ahora sólo quedaba saber qué tipo de hombre era Mk.

-Hágalo –contestó de pronto Mk con resolución.

-¡Alba! –gritó entonces Matthew y se preparó.

Todo fue muy rápido. Mk cayó dentro de aquel foso escarlata y Matthew se vio arrastrado por el mismo. Todo se volvió negro, pesado y opresivo. Una sensación de soledad y vacío le golpeó, sin nada a lo que poder aferrarse o que hacer para evitarla.

Resistencia. Mucha. Demasiada. Pero esperada. Matthew desplegó entonces su propia mente para atrapar el sueño de un Mk que quería escapar. Era la segunda vez que alguien trataba aquello y estaba preparado para tal eventualidad. Aunque no para aquella fuerza desmedida. Aquella desesperación. La oscuridad se hizo sólida y amenazó con engullirlo y borrarlo de la existencia. Y entonces Matthew no pudo más que luchar por su vida. Sólo y con la improvisación como arma abrió aún más su mente. Creando un paso en la negrura. Pero esta destrozaba todo lo que este trataba. Y la consternación le hizo mella y dueña de su ser. No sabía que estaba sucediendo pero sentía cómo se desgajaba. Cómo su mente se desmoronaba por completo en un salto demasiado largo y demasiado difícil. Entonces la música sonó. U2. Helen. Soñó que miraba a través de la oscuridad. Que había luz ante sí. Y allí la encontró. Una farola antigua cuya tenue llama iluminaba un camino. Una realidad. Pugnó por alcanzarla. Con la desesperación por fuerza. Con la vida por premio. Y la alcanzó. Y justo cuando estuvo bajo su fulgor la oscuridad desapareció de golpe. Y como si hubiese sido arrojado sin piedad aterrizó en una realidad. En los sueños de Mk.

-¿Dónde estabas?

Matthew miró a sus pies. Allí, una pequeña gata negra se frotaba contra su pierna. Este, inmediatamente miró a su alrededor para descubrir que se encontraba en mitad de la enorme calle de una ciudad que le resultaba vagamente familiar. Enormes edificios de impolutos cristales desviaban el fulgor de una enorme luna llena, mientras la carretera estaba tomada por un sinfín de coches inmóviles y sin conductor. Matthew entornó los ojos hacia el cielo tratando de clarificar las estrellas que en este pendían. Pero no eran estrellas. Eran los relojes que colgaban en la habitación donde sus cuerpos descansaban. Asintió satisfecho por el cambio. Al menos aquello iba bien, cosa que no podía decir de los habitantes del sueño pues, nadie más había allí descontando a la gata que ahora le arañaba el pantalón con la zarpa delantera derecha.

-No lo sé… -masculló Matthew aún presa del miedo-. Algo ha ido mal con el salto.

-Te habrás distraído porque aquí todo está bien. De hecho está demasiado bien –habló de nuevo la gata con la inconfundible voz de Alba-. Por más que me gusten los trabajos simples Montse y John han ido demasiado lejos soñando una ciudad entera.

-¿Qué?

-Esto es lo único con lo que sueña… Si su consciencia estuviese en el lugar adecuado, claro.

Aquello era algo más a incluir en la extrañeza de la situación. Normalmente cada vez que se llegaba a los sueños de una persona se debía escoger algún escenario predominante sobre el que comenzar a trabajar. Pero siempre había más de uno. Y la palabra siempre se hizo demasiado grande como para que Matthew pudiese obviarla.

-¿Tienes su rastro? –le preguntó Matthew a la gata mientras se agachaba y le rascaba detrás de las orejas.

-Pues claro… -se quejó el animal-. Y ni está lejos ni se mueve…

-Así que está en el centro del problema –concluyó Matthew.

Aquello al menos sí era lo habitual. Cada vez que el soñado entraba en sus sueños guiado por lo soñadores y estos apuntalados por los arquitectos, su imagen siempre iba directa al problema que le aquejaba. Lo que sólo dejaba encontrarlo y solucionarlo, cosa que Matthew rezaba por que fuese más sencillo que lo acontecido hasta entonces.

-Mierda… -se quejó Alba entonces y, comenzó a rascarse frenéticamente contra Matthew-. Alguno de vosotros ha estado aquí antes.

-¿Aquí? ¿Dónde?

-En este sitio… No sé si ha sido uno o todos. Pero, los detalles se me están clavando en el alma.

Matthew lo comprobó rápidamente. Se acercó a un quiosco de prensa que había en la acera y tomó un periódico del mismo. Nombre de la gaceta, titular y fecha eran tan claras como la luz de la luna. Boston Herald. 15 de diciembre de 1999. Y el titular…

-La noche más larga del milenio… -leyó con rotunda claridad Matthew.

-No me jodas –maldijo Alba erizándole hasta el último pelo de su cuerpo gatuno.

En los sueños no hay fechas ni titulares. Hay tiempo, pero no definido. Hay peligro, pero no real. Y, sin embargo, en ese había todo lo que no debía haber. Matthew cogió otro periódico y pudo leerlo de principio a fin. Todo aparecía aterradoramente claro.

-No puede ser… -musitó aterrado Matthew-. No podemos estar soñando con esa noche.

-Eso explicaría porque Mk no puede soñar –agregó Alba destrozando con sus garras el periódico que había caído ante ella-. ¿También estabas aquí cuando pasó?

-Todos estábamos aquí… Fue cuando conocí a John, de hecho. Vagaba por la ciudad entre el sueño y la realidad y, casi no consigo despertarlo.

-Hay que seguir, Matthew… -le urgió el animal-. Mk está en aquella dirección.

La gata señaló un enorme cartel que indicaba “Arnold Arboretum”. Distaban 3 kilómetros de su posición hasta el mismo según este.

-Busca una manera de salir de aquí, Alba.

-¿Qué? –Saltó la gata de pronto ante las palabras de su amigo – Matthew… esto es solo un sueño.

-Tengo un mal presentimiento. Uno realmente malo. Así que busca una salida.

-¿Y Mk? No podemos dejarle abandonado aquí. Si no despierta a su debido tiempo…

Una mirada sombría emponzoñó el alma de Matthew. Sabía perfectamente lo que significaba romper la sincronía del sueño: seguir durmiendo. Por y para siempre. Si rompían el sueño de Mk lo atraparían dentro. Prácticamente lo asesinarían. Y lo peor es que estaba dispuesto a hacerlo. No quería seguir allí ni un segundo más.

-¡Ni de broma! –Le encaró Alba -¡No voy a ser cómplice de esto!

-No estabas aquí. No tienes ni idea de lo que pasó.

-¿Y tú? ¿Acaso tú lo sabes?

-Sé que consecuencias tuvo. Y que no estamos soñando esto por casualidad, porque… porque nos juramos no volver a soñar con este día jamás.

-No puede ser que borraseis este sueño… Eso no está permitido.

-Hay reglas que hay que saltarse para sobrevivir, Alba. El día que una situación te sobrepase lo entenderás.

-Ese día haré lo que deba, Matthew –le reprochó ella-. Pero no me traicionaré a mí misma.

-Ese día sabrás todo lo que eres capaz de traicionar. Y que no te sorprenda si la primera a la que defraudas es a ti misma.

En ese momento, algo en el cielo les llamó la atención. Una de las luces de las estrellas, o mejor dicho de las esferas de los relojes que formaban las estrellas, se apagó de repente. Matthew apretó los dientes mientras Alba comenzaba a temblar sin control.

-No… No es posible.

-Más vale que me creas ahora. Algo nos quería en este sueño y ahora lo está consumiendo. Y vamos a ser los siguientes a menos que salgamos de aquí. Así que ya puedes estar soñando una respuesta porque puede que sea lo último que hagas.

Repentinamente los ojos felinos de Alba se tornaron de un verde muy humano. Un verde inundado de miedo y dudas.

-No puedo abandonar a Mk.

-Yo tampoco, pero es precisamente lo que voy a hacer –aseguró Matthew con frialdad-. Este sueño se tiene que acabar antes de que se haga realidad.

-Nunca encontrarás la salida sin mí –le amenazó con toda la razón Alba-. Si te pierdes…

-Ya he abandonado sueños antes sin un navegador. Míos y ajenos. Puedo hacerlo.

-¿Y puedes vivir luego con ello?

Matthew abrió los brazos mientras todo a su alrededor comenzaba a tornarse más y más oscuro e irreal. La pátina onírica se debilitaba y pronto quedaría al descubierto donde estaban en realidad.

-A veces hay que vivir con una parte de nosotros mismos que no nos gusta. La cuestión es no alimentarla demasiado.

-¡Eres un cobarde! –Maulló la gata al tiempo que le daba la espalda y encaraba el camino hacia aquel parque-. Esto no lo olvidaré, Matthew.

Alba arrancó una veloz carrera sin esperar siquiera una respuesta de un abatido Matthew que hacía frente a un torrente de sentimientos encontrados. No quería comenzar a odiarse a sí mismo demasiado pronto. Ya tendría toda la vida cuando despertase. Ya tendría toda la eternidad cuando soñase.

-Yo tampoco, Alba… -susurró este antes de tomar el camino que su razón le indicaba seguro.

Apretó el paso y comenzó a correr por aquella ciudad hueca. Poco a poco los edificios comenzaban a vibrar y a desaparecer a sus espaldas a medida que los dejaba atrás. Mas no tenía tiempo para detenerse y tratar de racionalizar aquello. El miedo era una guía poderosa y hacía rato que se había abandonado a la misma. Vivir era su prioridad y despertar su necesidad. Por eso necesitaba un punto seguro. Todos los sueños lo tienen y se cimientan sobre los mismos.  Podría ser una acera concreta, un coche o una tienda. Algo imposible de pasar por alto. Aquel era un mecanismo de seguridad de los soñadores. Una puerta trasera que usar cuando no hay nada más que poder hacer. De pronto un susurro rompió su propio silencio de jadeos y pasos acelerados.

She moves in mysterious ways… -reconoció.

Sonrió de pleno. Helen y su U2. Dios bendiga al maldito Bono, pensó para sí antes que seguirlo cual llamada del flautista de Hamelín. Torció una esquina y se vio envuelto en un enorme mercado urbano. Miles de puestos dispuestos a cada lado de la calzada ofrecían todo tipo de productos. Se detuvo antes de afrontarlo. Pateó el suelo para comprobar la integridad del lugar. Un eco sordo de su pisada y un leve dolor le hicieron saber que las había visto peores, aunque también mejores, pues el mal presentimiento que amenazaba con ahogarlo se había acrecentado mucho. Con sumo cuidado fue a poner el pie en aquella avenida cuando un desgarrador maullido le hizo volverse a su espalda. Fue un grito de dolor y desesperación. Un grito de derrota. El grito de Alba.

-Dime que te han hecho despertar… -musitó usando todo el aire que no había huido de sus pulmones.

En aquel momento sus ojos fueron robados por el cielo para descubrir aterrado que las luces que lo iluminaban se iban apagando una por una rápidamente. Pudo oír como los tic tac se detenían en seco cada vez que una de aquellas esferas se extinguía. No le quedaba tiempo. No le quedaba sueño. Pero aunque su cuerpo le pedía salir corriendo no pudo hacerlo, pues cuando volvió a la senda que le había marcado la música se quedó petrificado. De pronto, aquel mercado estaba atestado de gente. Personas que habían sido reales. Personas que hacía un minuto no estaban allí. Y todas estaban inmóviles. Todas mirando su propio infinito. Todas dormidas. Una suerte de sombra fría atravesó a Matthew de parte a parte. Luego otra. Y otra más. Poco a poco aquellos jirones de pesadilla comenzaron a caminar entre aquella gente que parecía congelada en el tiempo para ir a colocarse a su lado. Rápidamente hubo tantas sombras como personas y, de pronto, de estas surgieron miles de brazos fantasmagóricos que comenzaron a rodearlos. Matthew alzó un brazo en aquella dirección pero nada podía hacer. Sabía lo que estaba pasando, y sabía que no podía detenerlo. La noche más larga del milenio se estaba repitiendo. Él la estaba reviviendo. Y para su desgracia ahora sí que podía ver lo que había pasado en realidad. Ahora sí estaba despierto.

-No es un día agradable para revivir, ¿verdad?

Matthew se volvió hacia el lugar de donde había provenido aquella pregunta. Todo en él temblaba. Todo en él quería despertar y salir de allí. Y todo él sabía que no era posible. Igual que el Mk que ahora tenía ante sí. Un Mk al que rodeaba una suerte de aquellas sombras que danzaban a su alrededor creando formas siniestras a cada paso que daba. Parecía como si su ser fuese parte de aquel torrente de oscuridad que no paraba de transformarse. Un espectáculo horrible. Uno que sólo podía suceder en un sueño.

-¿Qué diablos eres tú? –preguntó lleno de rabia Matthew, que vigilaba con el rabillo del ojo lo que pasaba tras de sí.

-Un mal sueño. Uno que Mk pudo esconder en lo más profundo de su alma –rió aquel ser que a momentos era Mk y a momentos no-. Me sorprende que alguien tenga la capacidad de suprimir la esencia de los sueños de esta manera, aunque sea de manera inconsciente.

Matthew retrocedió un paso y aquel gesto detuvo el avance de aquel engendro. Instantáneamente buscó en su bolsillo y sacó el lápiz que había usado para trazar la puerta a aquel sueño. Esgrimiéndolo ante él como si fuese un arma se encaró contra aquel engendro que vestía la piel de Mk.

-Fuisteis vosotros… ¡Vosotros causasteis la noche vacía! ¡Vaciasteis una ciudad de sueños! –le acusó lo que había sospechado y ya sabía como cierto -¿Por qué? ¿Qué es lo que sois? ¿Qué es lo que queréis?

Las sombras se arremolinaron en torno al rostro de Mk y formaron una suerte de mueca escalofriante. Una sonrisa dura y burlona. Una que hizo temblar a Matthew hasta lo más profundo de su alma.

-Lo mismo que tú, soñador. Queremos un sueño. Uno que se pueda convertir en realidad. Por eso lo tomamos de vosotros. Tenéis tantos… y todos los acabáis desperdiciando. Malgastados entre vuestro egoísmo y debilidad –explicó este al tiempo que alzaba un puño hacia el cielo y una porción del mismo se apagaba de golpe-. Somos anhelos de realidad, soñador. Somos vosotros mismos. Sólo que a nosotros nos tocó vivir en el lado equivocado de la realidad. Pero eso va a cambiar. Comenzó aquella noche… esta noche. La noche más larga del milenio, la llamasteis. Pero pronto descubriréis que fue corta en comparación a lo que está por venir. Descubriréis la desesperanza de la oscuridad….

Alzó el otro puño y lo apretó con furia. El cielo se apagó por completo a excepción de una pequeña luz. Un destello resistía en la lejanía. Aquello puso furioso a aquel ser que de pronto dijo algo que Matthew no pudo entender y, todas las sombras que habían estado robando los sueños de aquellas personas se alzaron hacia el cielo para rodear a aquella luz. Para extinguirla. Para crear la más completa oscuridad. Matthew actuó entonces. Presa de la desesperación, se abalanzó contra aquel ser usando su lápiz como si fuese un puñal. Pero su punta no llegó a tocar nada. Se quedó paralizada a escasos centímetros de aquel escalofriante rostro de un Mk que hacía mucho no había sido él mismo.

-¡Maldito bastardo! –Bramó un Matthew paralizado ante la fuerza de un titán -¿Qué cojones has hecho con Alba?

-Nada aún. Pero lo haré. Reconozco que nunca nos habíamos encontrado con una navegante tan… interesante. Ni siquiera sabe el potencial que tiene. Es una lástima que no hubiese estado aquí aquella noche. Tal vez así no hubiésemos necesitado escondernos dentro de alguien como Mk para que alguien nos soñara. Pero ahora nos soñaran…

La rabia espoleó a un Matthew que comenzaba a comprender la magnitud de la situación en la que se encontraba.

-Tú… ¡Aquel día te detuvimos!

Súbitamente aquel ser alzó en vilo a Matthew que se vio forzado a soltar el lápiz, cayendo a sus pies. Una suerte de brazos le agarró de las extremidades y comenzaron a tirar de él como si quisieran desencajarlo por completo. Un grito de profundo dolor escapó de boca y alma de Matthew, cuya mente comenzaba a ceder al castigo.

-Sí. Nos detuvisteis. Aunque no sabíais ni a qué os enfrentabais, forzasteis a despertar a toda la ciudad tú y todos aquellos soñadores. Os subestimamos. Creímos que nadie sabría caminar por el filo de la realidad. Pero no volveremos a equivocarnos. Esta vez sabemos qué debemos robar. Y no serán sueños…

Y de pronto, lo comprendió todo. Y quiso llorar de terror, pero no podía. Su mente únicamente podía conformar lo horrible que eran las intenciones de aquella oscuridad. Lo había dicho bien claro: ya no quería sueños, quería una realidad. Su realidad.

-¡Helen! –Gritó en un último y desesperado intento Matthew-. ¡Helen, escúchame! ¡Despierta! ¡Despiértales a todos y sal de aquí!

Las miradas de ambos se volvieron al cielo donde un intenso fulgor devoró a las sombras que circundaban aquel único y desesperado orbe de luz. Aquel reloj que todavía tenía hora que mostrar y sueño que cimentar. Alguien seguía luchando. Alguien seguía soñando con él. Alguien que se negaba a rendirse. Y aquel fue su error.

-Gracias Matthew –dijo de pronto Mk con una mirada de plena satisfacción-. Muchísimas gracias.

Todo aquel ser se volvió oscuro y denso. Las manos que sujetaban a Matthew se retrajeron, no sin antes lanzarlo por los aires. Este fue a aterrizar contra el puesto más cercano destrozando los cristales del mismo con el impacto. Con una pátina de sangre manándole de numerosas heridas comprobó cómo aquella oscuridad se lanzó en pos de la luz. Y en lugar de verse extinguida esta se hizo fina como una lanza y atravesó el centro mismo del fulgor. El dolor más intenso que había sufrido Matthew en toda su vida le alanceó derrotándolo por completo. Se dobló y retorció en el suelo al tiempo que toda la realidad de su alrededor cambiaba. Centenares de escenarios aparecían y desaparecían sin control. Miles de sueños y situaciones nacían y morían. Sueños que conocía y otros que no. Sueños de sus amigos. Y sus propios sueños. Alzó la mirada en busca de un cielo bajo el que luchar. Uno bajo el que sobrevivir. Pero la oscuridad había sustituido el arriba y el abajo. Aquella misma oscuridad que casi no había podido atravesar para llegar allí le iba a consumir.

-Canta… -susurró mientras la sangre se mezclaba con sus lágrimas-. Canta, por favor…

Algo. Necesitaba sólo algo para poder creer que aquel sueño no se había acabado del todo. Que Helen había resistido. Que aquel mal sueño no la había consumido. Que aún había esperanza para él. Esperó mientras sus manos se hundían en los cristales rotos que aún le rodeaban. Pero ya sabía que nadie más cantaría para él. Lo sentía en lo más hondo de su ser. Todo contacto con el exterior se había roto. Aquellos relojes destinados a poner fin al sueño en un momento concreto se habían extinguido. Por eso odiaba la magia. Tan frágil como poderosa. Y ahora que se había consumido no había con que huir. Ni alegría ni dolor. Nada le sacaría de allí. Y por más que luchaba y su interior pataleaba y trataba de alejar aquella negrura, nada le quedaba por hacer. Sólo cerrar los ojos y desaparecer. Su sueño debía acabar.

-No debía ser así –se quejó amargamente a sí mismo Matthew-. No debía acabar de este modo… No es como lo había soñado…

Pero sus deseos ya no mandaban ni sus sueños se sostenían. La oscuridad les había vencido a todos y sólo Dios sabía qué estaba por atacar un mundo que desconocía por completo aquel peligro.

-Pip, pip –comenzó a soñar en su bolsillo interior-. Pip, pip.

Sorprendido, rebuscó el origen de aquel ruido y sacó su móvil. Rió al descubrir que la alarma para despertar había incluso funcionado en el sueño. Un truco desesperado. El truco de un descreído de la magia. Pero ya era tarde. No podía seguir aquel hilo hasta la realidad. Solo era un eco que podía añorar, pues no había nada con la suficiente fuerza en él. Nada que pudiese lanzar en el momento propicio para que sonase al unísono con aquel trozo de realidad y le despertase. Nada…

-Lo hay… –se dijo a sí mismo.

Lo tenía en su mano. Lo llevaba apretando con rabia hacía un rato. Un trozo de vidrio. Afilado y bañado por su sangre. Podría ser. Había poco que perder. Pero tal vez funcionase. Tal vez despertase…

-Esto va a doler…

Puso entonces la palma de la mano contra aquel suelo irreal y alzó el vidrio con decisión. Esperó el pitido adecuado. Sincronizó sus latidos y deseos con él y lanzó todo su valor e inconsciencia en un último y desesperado intento. Toda una vida a cara o cruz. Dudó. Y la oscuridad lo aprovechó. Se alzó contra él y le engulló justo cuando bajó su mano…

-¡Aaaaaaaaah! –gritó.

Y su grito fue real. Igual que el dolor lacerante que le cortaba la respiración. Alzó su mano izquierda ante su rostro y una realidad espeluznante se hizo patente. Su dedo corazón había desaparecido y la sangre bañaba su mano manando sin control. Aquello le hizo tambalearse y vomitar. Pero entonces su cabeza le situó. Estaba en el camarote estanco. Estaba despierto. Estaba vivo. Como un resorte se levantó de la cama, todavía ocupada por su desdichado acompañante, y se encontró con la cruda realidad. El suelo estaba bañado de relojes rotos y una claridad mortecina invadía la estancia. A su alrededor todos sus amigos dormían un sueño plácido. Un sueño eterno. Todos menos Helen y Alba. Estas habían desaparecido. No hizo ademán alguno por tratar de despertarlos. Sabía que ya no estaban allí. De hecho, no estaban en ningún lado. Pero su preocupación estaba ahora con los despiertos. Salió de allí a toda prisa. Tambaleándose por la pérdida de sangre y el dolor buscó la cubierta. En su desesperada subida se topó con los cuerpos inertes de la tripulación. Todos dormían. Hizo caso omiso y salió a afrontar una gélida mañana naciente. Un ruido de motor le alertó y se asomó por la borda. Allí, abordado uno de los botes de emergencia, una Alba con ojos tan oscuros como la más dura noche le miraba con una Helen desmayada a sus pies.

-Lo siento mucho, Matthew –susurró aquella Alba-. Pero ya no queda nada por lo que puedas soñar.

Pero aquello no era cierto y, aunque el dolor se lo desaconsejaba, Matthew se subió al borde de la barandilla de seguridad y lanzó toda su rabia a pleno pulmón.

-¡Soñaré contigo! ¿Me oyes? –Gritó Matthew sin saber exactamente a cual de las dos se lo refería-. ¡Es una promesa! ¡Cada noche soñaré hasta encontrarte!

El bote se puso en marcha entonces y se alejó con un Matthew cuyas fuerzas le abandonaron y le sumieron en un trance de debilidad. No supo si fue realidad o ensoñación pero creyó oír al viento un “felices sueños” antes de sumirse en el último sueño pacífico de su vida.

Ilustración de Vicente Mateo Serra – tico

David Gambero 2012

12 comentarios en “La noche vacía.

  1. Me encantaría teneros delante para poder daros un beso y de este modo felicitaros por el estupendo trabajo que habéis realizado. Pero como no va a ser posible intentaré convertir en palabras ese beso de enhorabuena. David, tienes una mente prodigiosa y privilegiada para crear historias y un talento desbordante para escribirlas. Me he quedado fascinada con tu relato, no me he dado cuenta de que había llegado al final, tenía el corazón en un puño. Ha sido todo un honor formar parte de uno de tus relatos y todo un detalle por tu parte. Cuando Tico y tú seáis archifamosos me voy a hacer la chula por haber tenido el privilegio de aparecer en un relato tuyo y en una ilustración de Tico ( bueno, dos ya). La historia que has creado es realmente digna de ser leída y releída y de ser soñada….
    Y tus ilustraciones Tico son estupendas (y doy fe de que las hiciste en tiempo récord), en sincronía total con esa atmósfera onírica del relato. Los personajes te han quedado fantásticos . La primera ilustración es impresionante, transmites a la perfección esa instantánea de terror y angustia del relato. En la segunda el contraste entre el negro de las figuras humanas y el color de la figura geométrica es impactante. Y en la última con las caras de los personajes, los símbolos y el reloj logras sintetizar los elementos claves de la historia. Excelente!!
    Lo dicho, que sois unos genios y que os aplaudo!!Besos y gracias por este regalo!!

    • Dios miooo!!!, solo me ha dado tiempo de leer la mita del relato y he flipado.
      David, como dice Montse, tienes una creatividad e imaginación superior, y ya te lo dije cuando ilustré tu relato «SiFi». Y Tico, tus ilustraciones, se salen, hasta lo que he leído, iustran a la perfección el relato y las que he visto por encima, mas adelante, me iluminan los ojos para seguir leyendo.
      Así que, luego lo acabo y os escribo mas rollo de este, jeje…
      Un abrazo a los dos.

  2. Generosas y exageradas palabras como siempre Montse, y sobretodo en esta ocasión, pero siempre se agradece tu apoyo. Bs.

    Gracias Rosa, corre a acabarlo que lo mejor está al final.

    POSIBLE SPOILER: Por cierto, he de aclarar, supongo que los involucrados no les importará que lo haga, que David ha querido homenajear a algunos amigotes/as suyos (y míos), entre los cuales tengo el honor de encontrarme. Así pues, el desesperado calvete de la portada, llamado Matthew (Mateo), soy yo; y la gatita que me acompaña es Alba, que ya apareció como protagonista en Colorín Colorado de Montse Augé (la cual también aparece en el relato), y que es la media naranja (o costilla) de Miguel Ángel Rodrigo, otro participante de Surcando Ediciona, apodado Mk y que también aparece en el relato y en mis ilustraciones.
    Así que para David Gambero, el Master of the Universe carmesí, el mandamás de la Temperley y genio universal que brilla con luz propia en cualquier relato que escriba, todo mi agradecimiento por el homenaje y por el pedazo de relato, aunque cuando no es un tiro en la chola como en Howliing Christmas es un dedo perdido con lo que me obsequias… lo siguiente será el ojo, como si lo viera. Un placer y un honor ilustrarte.
    Un fuerte abrazo.

  3. David, Tico, estáis en otra liga. Las ilustraciones son todas y cada una de ellas… acojonantes, pero total y absolutamente dignas y merecedoras del relato. David, ¡qué imaginación, chico! ¡vaya historias!

  4. En primer lugar dar las gracias de todo corazón al gran Tico por su inmenso trabajo y su generosidad al compartir su enorme talento con un texto tan humilde como el mío. No hay nada que agradecer Montse, normalmente suelo hacer pequeños homenajes a amigos en mis textos por lo que muchas veces veréis que se repiten nombres aunque en personajes distintos. Es mi pequeña forma de dar las gracias a los que en un momento u otro estuvisteis ahí aunque sólo fuese compartiendo unas risas. A vosotros gracias y a todos los que habéis perdido vuestro tiempo leyéndome muchísimas gracias de todo corazón. Un abrazo a todos y nos vemos en la próxima

  5. Gambero, una vez más a tus pies… Te leí entero hace unos días porque ya puse antes un comentario (que no ha salido) a las ilustraciones de Tico, ya que tus textos hay leerlos despacito para ir flipando poco a poco también ;-).
    Qué imaginación, qué manera de crear y juntar palabritas…. Te sigo desde tu primer relato y has logrado dejarme siempre con la boca abierta. Te da igual el tema, el género… Lo dominas todo, aunque tengo que reconocer que estos relatos de ciencia ficción los bordas, y mira que a mí no me va mucho ni la fantasía (aparte los cuentos clásicos) ni la ciencia ficción o la realidad mágica. Pero tú tienes una forma de crear y una maestría escribiendo más que admirable, así que de nuevo te has quedado conmigo.
    Para colmo te ilustra ese maquinón de Tico (impresionante y fascinante la primera), así que os salís del todo.
    Mi reverencia a ambos. 😀

  6. pedazo de relato! es brutal con cada escena que relatas, David! Me encanta poder leer una historia así, que te deja sin aliento hasta leer la última palabra. Sinceramente siento que cualquier cosa que pueda decir se queda corta…
    Y bueno, que decir de ti, Tico.. chapeau con las ilustraciones, cuentan sin hablar, sugieren sin mostrar, acompañan a la perfección a un relato impresionante! Sobretodo la que me ha gustado es la del pasillo, su sencillez y su efectividad son brutales!
    Mi enhorabuena a los dos por esta maravilla que he disfrutado así!!

    • Gracias Alex, me gusta ese punto de vista que le has dado a la ilustración del pasillo. Lo tendré en cuenta de ahora en adelante. La verdad es que se me echó el tiempo encima. Entono el mea culpa, porque David me dio el relato con mucha antelación.

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